PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 12 DE DICIEMBRE DE 2017
Mi heredero
está hecho un lío. El pobre, que ha empezado a sacar la cabeza al mundo
exterior y se está quedando picueto. Que si nos estamos cargando el planeta,
que si la injusticia social, que si yo me haría vegano pero es que me gusta
mucho el jamón, que si las chicas, que si el heteropatriarcado nos oprime a
todos y que si esto no hay quien se lo estudie, que vaya un coñazo, mamá. En
fin, lo que viene siendo un adolescente de manual, sólo que en el siglo XXI y
con un móvil en la mano.
El heredero tiene un
pulgar híper desarrollado de tanto wasapear, una mochila llena de bolis sin
capucha, una cabeza en ebullición constante y un corazón lleno de emociones que
no sabe cómo gestionar: lo mismo te da un beso que te pega un estufido. Y como a
nosotros, a su padre y a mí, no nos han enseñado a manejar materiales altamente
inflamables (y tan altamente, que le dices cualquier cosa y se enciende, el
tío), nos quedamos los dos mirándolo, unas veces con un cabreo monumental en el
que le amenazo con sentir toda la opresión del heteromatriarcado en forma de guantazo,
y otras con un orgullo que me revienta las costuras (aunque no sé si es por eso
o por los tres kilos que no consigo quitarme de encima desde el verano). Él,
inquieto, busca su lugar en el mundo, y empieza a darse cuenta de que no es
fácil encontrarlo. Que hay codazos y zancadillas, decepciones y fracasos. Que
el orgullo, el propio y el ajeno, se hiere con facilidad. Que no siempre se
consigue lo que se quiere, y que los problemas de matemáticas, que ahora le
parecen difíciles, no son los más grandes que va a tener en la vida. Y que por
mucho que él me pregunte, y me cuestione (y se cuestione), y se rebele, y me
vuelva a preguntar, yo sigo sin tener todas las respuestas porque, a mis
cuarenta y ocho años, todavía no sé muy bien de qué va esto de la vida. Así
que, cuando no sé qué contestarle, le doy un beso mientras me río de su bigote,
y lo abrazo, y le digo que todo va a salir bien. Y él hace como que me cree. Y
coge el móvil y se pone wasapear con los colegas, que tampoco tienen las
respuestas, pero molan más.
3 comentarios:
La echábamos de menos en este blog. En estos días tristes en que mi madre está muy grave en un hospital, a mis cuarenta y ocho años como hijo (aunque deseando por un momento volver a ser un adolescente) y con los ojos empañados por las lágrimas, su artículo me ha gustado y me ha hecho sonreír. Muchas gracias.
Es que he estado liada con usted ya sabe qué, y no he podido actualizar el blog (esta semana me pongo a ello). Y siento mucho que esté pasando por un momento tan difícil, Jose Antonio. Mucho ánimo y un abrazo fuerte.
Ya imagino que ha tenido mucho trabajo. Espero que sea un éxito creciente eso que ya sabe usted. Muchas gracias por sus palabras.
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