miércoles, 21 de septiembre de 2016

CAMILO VI

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 20 DE SEPTIEMBRE DE 2016

Si te llamas Soledad Cabello, lo normal es que acabes poniendo una peluquería en la Gran Vía madrileña; si te bautizaron como Concepción Díez terminarás escribiendo libros sobre el embarazo, y si Melani Costa es tu gracia, tienes que ser nadadora. Unos tienen el futuro predestinado por el nombre que les han puesto; otros se predestinan a sí mismos al cambiar el original por otro más adecuado a su nivel de megalomanía en sangre: Alejandro Sanz comenzó su carrera con nombre de emperador, Alejandro Magno, y ha conseguido que en su imperio nunca se ponga el sol (literalmente, que sus dominios se extienden desde la finca en Extremadura hasta la casa con embarcadero en Miami), mientras que Camilo Blanes se puso nombre de papa de novela de Morris West, autoproclamándose Camilo Sexto (aunque luego cambiara la “x” por la “s”) y convirtiéndose en vicario del peluconismo en la tierra.

Pero hasta los tocados por la gracia de Dios envejecen: Camilo Sesto ha cumplido setenta años transfigurado en su propia caricatura. Y, tras cada una de sus reapariciones, todos nos lanzamos al meme infinito, al descojone y a dar lecciones: Debería de aprender a envejecer con dignidad, oigo. Eso es lo que nos gustaría a todos, digo. Porque no se envejece como se quiere, sino como se puede. Porque hay dignidad, y mucha, en los viejos atildados de fina estampa que se emperejilan a primera hora de la mañana, huelen a colonia fresca, usan sombrero y siempre llevan un pañuelo blanco y planchado en el bolsillo, aun cuando tengan el cuerpo tan retorcido como un sarmiento, aun cuando necesiten ayuda para levantarse. Pero cuando has sido guapo oficial, mito viviente y póster de adolescentes, y te miras en el espejo y ya no te reconoces, la vejez pesa como una losa. Por eso, a veces, la dignidad también pasa por intentar recuperar el rostro que tuviste. Aunque el resultado sea desastroso y te acabes convirtiendo en un campo de experimentación para cirujanos plásticos.

Las que no envejecen ni envejecerán jamás son las canciones de Camilo Sesto. No necesitan ni bótox en los estribillos ni silicona en su música, que son incólumes e incorruptas, como el cuerpo del papa Juan XXIII. Al final, la auto predestinación de Camilo se ha cumplido: gracias a “Vivir así es morir de amor” o “Melina”, ha bendecido urbi et orbi a tres generaciones. Y las que quedan. Habemus papam.


    

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