PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 9 DE FEBRERO DE 2016
“Eres una gran narradora”. Ése es el piropo
que más le ha gustado a Isabel Preysler de todos los que le ha dicho Vargas
Llosa. Ni estás más buena que el pan, ni tanta carne y yo en cuaresma, ni pisa
fuerte morena que paga el ayuntamiento, no: eres una gran narradora. Y es
verdad que lo es. Tan grande que lleva cuarenta años contándonos su vida en las
revistas y aún no nos hemos cansado de leerla.
Pero Preysler no se levanta a las cuatro de la
mañana para escribir como hace Murakami, ni mete los pies en un barreño de agua
helada a la manera de Schiller, ni fuma para encontrar adjetivos como hacía Pla,
que su lista de calificativos se limita fenomenal, ideal y estupendo. Tampoco cultiva
el realismo visceral de Ulises Lima y su pandilla de detectives salvajes y
ficticios, ni el realismo sucio de Raymond Carver, ni siquiera el realismo
mágico de García Márquez. Isabel practica el “realismo ideal”, un movimiento
literario basado en la retórica de la exclusiva donde todo es monísimo y
finísimo, donde le das la vuelta a tu vida hasta que se convierte en lo que has
soñado. En el realismo ideal (también llamado “realismo photoshop” por algunos
críticos) no existen las arrugas, ni los michelines, ni la flacidez; no se compra
en los chinos, no se secan las plantas, no te quedas sin batería en el móvil, no
te quemas la lengua con el café, no se acaba tu serie favorita y no se termina
el papel higiénico en el peor momento. En el realismo ideal cenas con el
Príncipe de Gales, te pagan por lucir diamantes, meas colonia, eclipsas a las
estrellas de cine en los Goya y das una lección de photocall a todas las
actrices que se descoyuntan enseñando pierna y poniendo morritos.
El talento literario de Preysler no ha de
sorprendernos: la filipina siempre se ha escrito a sí misma, viviendo del
cuento mucho antes que el escritor peruano. Pero ahora que Isabel y Mario están
juntos, convertidos en una pareja de literatos como Mary y Percy Shelley,
Dashiell Hammett y Lillian Hellman o Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, las
influencias de uno en el otro comienzan a notarse: Mario ha declarado a la
revista literaria ¡HOLA! que está fenomenal, en una etapa estupenda, muy
bonita. Definitivamente, Vargas Llosa se ha adherido al idealrrealismo. Amárrame
esos pavos.
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