PUBLICADO EL 23 DE DICIEMBRE DE 2014 EN LA VERDAD
Decía Guerra (adiós, Alfonso, hasta más ver) que a España no la iba a
conocer ni la madre que la parió. Y llevaba razón: ni la madre, ni el padre, ni
los abuelos, que aquí han cambiado hasta las Navidades. Si antes la Nochebuena era
una película de López Vázquez con la familia nuclear cantando alrededor de una
botella de Anís El Mono, ahora es una serie de Globomedia protagonizada por el
amigo soltero, la sobrina con novio extranjero y la hermana divorciada y
deprimida porque acaba de volver al mercado y se ha percatado de que sólo quedan
restos de serie, desechos de tienta, el remate final de la pescadería. Ante el
panorama, pienso en separarme y me entra la alferecía, que más vale santo
conocido que diablo por conocer.
Claro que eso sólo nos pasa a los mortales anónimos, porque
los holísticos tienen más facilidad para cambiar de pareja que de bragas: Genoveva
Casanova ha celebrado varias Navidades con Cayetano de Alba, otra con el hijo
de Vargas Llosa y la última con José María Michavila. Y a Alfonso Díez, al que aún
no se le han secado las lágrimas que caían por su rostro recauchutado y viudo, una
revista sueca ya lo relaciona con Doña Sofía. Normal: después de la Duquesa de
Alba, o iba a por nuestra reina emérita o a por Isabel II de Inglaterra, que uno
sólo se casa para mejorar.
Pero llega una cena de Navidad en la que los anónimos separados
ya han rehecho su vida, que dicen los cursis. Y aparecen con su pareja recién
estrenada. Y te das cuenta de que tienes un nuevo cuñao: ahora que estabas
aprendiendo a soportar al antiguo gracias a un curso de control de ira por
internet, van y te lo cambian. Y eso es la encarnación del mal, el doble mortal
hacia atrás, el rizar el rizo del pelo de Bisbal. Por no hablar de las novias:
miedo me da que mi heredero crezca y llegue cada Nochebuena con una tipa distinta
y una caja de polvorones. Con la suerte que tengo, desfilarán por mi mesa todas
las ex chonis de Paquirrín, que Dios castiga sin piedra ni palos. Pero, a pesar
de ello, refunfuñando o sonriendo, tragando quina y langostinos, pondremos un
cubierto más en la mesa para la novia choni, el nuevo cuñao o el ligue
extranjero, porque no hay nada más lindo que la familia unida. Aunque sólo sea
por una noche. Feliz Navidad.