PUBLICADO EL 4 DE DICIEMBRE DE 2012 EN LA VERDAD
Mi médico no me deja ver películas de miedo.
Que soy hipersensible, me dice, y yo muerta y pená por ver “El resplandor”. Que
soy altamente impresionable, me diagnostica, y me prohíbe que me acerque a
“Funny games”. Pero lleva razón: las películas de miedo me dan eso, miedo, y
cague, y giñe, y todos los términos escatológicos que ustedes quieran, así que
siempre las he evitado por prescripción facultativa. Eso y los armarios
entreabiertos, porque todo el mundo sabe que es ahí donde viven los monstruos.
O al menos antes, porque ahora no, ahora viven en cualquier sitio: en las
peluquerías de barrio con ínfulas donde te dejan como si te hubieran cortado el
pelo con una motosierra, en los informativos (ya no hay noticia que no hiera
nuestra sensibilidad), en los desinformativos (sí, mi médico también me
prohibió ver la enésima reaparición postquirófano de Belén Esteban), en las
redes sociales, en el móvil. Surge en internet una lista de teléfonos de famosos
y todo bicho viviente se dedica a llamarlos. Monstruos aburridos llamando a
monstruos televisivos. No es nuevo: Ruiz Mateos fue el precursor cuando puso el
teléfono de Boyer en una página de contactos, pero ahora son 80 los afectados.
Como dice Boris Izaguirre, esta lista de móviles ha originado un nuevo quién es
quién de la celebridad nacional. A unos les ha dado un ataque de ansiedad por
aparecer en ella, otros se han mosqueado porque no están. La famosa lista me ha
llegado vía WhatsApp, y los nombres que contiene son de lo más heterogéneo; me
pregunto en qué agenda esquizofrénica pueden convivir los números de la
baronesa Thyssen y del padre de la Campanario. Y ya me contarán ustedes para
qué quiero yo la lista, ¿para llamar a Falete y pedirle la receta del puchero?
Prefiero el cocido de pava con pelotas.
El tema sería distinto si los teléfonos
pertenecieran a políticos: si no escuchan las protestas de la gente en la
calle, si ignoran las manifestaciones y siguen con las orejeras puestas, habrá
que probar a masacrarlos con llamadas y mensajes hasta que les reviente el
smartphone, que tener tienen. Pero claro, como somos tan listos, siempre es
mejor llamar a Enrique del Pozo para pedirle que le cante el Cocoguagua al
crío. Si es que es pa darnos con el teléfono en la cabeza.
1 comentario:
A mí me gustaría que en nuestras tierras vivieran otro tipo de "monstruos": monstruos de la arquitectura; de la investigación...
Pero como la Iglesia eliminó el purgatorio y ya sólo hay cielo e infierno, obviamente los monstruos demoníacos se han quedado al calorcito...
En fin, la llamo a su teléfono y hablamos más a fondo.
¡La adoro!
Publicar un comentario