jueves, 6 de diciembre de 2012

Donde viven los monstruos


PUBLICADO EL 4 DE DICIEMBRE DE 2012 EN LA VERDAD

Mi médico no me deja ver películas de miedo. Que soy hipersensible, me dice, y yo muerta y pená por ver “El resplandor”. Que soy altamente impresionable, me diagnostica, y me prohíbe que me acerque a “Funny games”. Pero lleva razón: las películas de miedo me dan eso, miedo, y cague, y giñe, y todos los términos escatológicos que ustedes quieran, así que siempre las he evitado por prescripción facultativa. Eso y los armarios entreabiertos, porque todo el mundo sabe que es ahí donde viven los monstruos. O al menos antes, porque ahora no, ahora viven en cualquier sitio: en las peluquerías de barrio con ínfulas donde te dejan como si te hubieran cortado el pelo con una motosierra, en los informativos (ya no hay noticia que no hiera nuestra sensibilidad), en los desinformativos (sí, mi médico también me prohibió ver la enésima reaparición postquirófano de Belén Esteban), en las redes sociales, en el móvil. Surge en internet una lista de teléfonos de famosos y todo bicho viviente se dedica a llamarlos. Monstruos aburridos llamando a monstruos televisivos. No es nuevo: Ruiz Mateos fue el precursor cuando puso el teléfono de Boyer en una página de contactos, pero ahora son 80 los afectados. Como dice Boris Izaguirre, esta lista de móviles ha originado un nuevo quién es quién de la celebridad nacional. A unos les ha dado un ataque de ansiedad por aparecer en ella, otros se han mosqueado porque no están. La famosa lista me ha llegado vía WhatsApp, y los nombres que contiene son de lo más heterogéneo; me pregunto en qué agenda esquizofrénica pueden convivir los números de la baronesa Thyssen y del padre de la Campanario. Y ya me contarán ustedes para qué quiero yo la lista, ¿para llamar a Falete y pedirle la receta del puchero? Prefiero el cocido de pava con pelotas.

El tema sería distinto si los teléfonos pertenecieran a políticos: si no escuchan las protestas de la gente en la calle, si ignoran las manifestaciones y siguen con las orejeras puestas, habrá que probar a masacrarlos con llamadas y mensajes hasta que les reviente el smartphone, que tener tienen. Pero claro, como somos tan listos, siempre es mejor llamar a Enrique del Pozo para pedirle que le cante el Cocoguagua al crío. Si es que es pa darnos con el teléfono en la cabeza.

1 comentario:

Hong Kong Blues dijo...

A mí me gustaría que en nuestras tierras vivieran otro tipo de "monstruos": monstruos de la arquitectura; de la investigación...
Pero como la Iglesia eliminó el purgatorio y ya sólo hay cielo e infierno, obviamente los monstruos demoníacos se han quedado al calorcito...
En fin, la llamo a su teléfono y hablamos más a fondo.
¡La adoro!