miércoles, 14 de noviembre de 2012

El fin del mundo


PUBLICADO EL 13 DE NOVIEMBRE DE 2012 EN LA VERDAD

El fin del mundo va a llegar. El 21 de diciembre, para ser exactos, que también es mala leche. Ya podía ser a principios de año, que con el resacón de Nochevieja ni nos íbamos a enterar, y encima nos ahorrábamos la cuesta de enero, la dieta postnavideña y la vuelta al gimnasio: iban a ser las primeras Navidades de mi vida que me hinchara a cordiales sin remordimiento de conciencia. En fin, lo único bueno es que me quito de encima el regalo del amigo invisible. Y no, no me miren con esa cara de escépticos, que es verdad, que las señales del Apocalipsis están ahí, que yo he visto una: ayer, un conductor de autobús me dijo “Que tenga usted un buen día”. Y me echó una sonrisa. ¡Una sonrisa! ¿Cómo no interpretar como un aviso ese gesto extraordinario en un gremio donde la mayoría parecen los Hermanos Malasombra? Eso, más que una señal, es un hito.

Pero no sólo he visto esta semana señales que dejan margen a la interpretación; también he visto otras auténticas, verdaderas, incontestables. Y esas sí que asustan, más que las profecías de Paco Rabanne, que temía que la estación MIR cayera sobre París y se fundieran todos sus vestidos de metal; más que los gritos milenaristas de Fernando Arrabal en el programa de Sánchez Dragó, que si Vasile se hubiera dado cuenta en su momento del potencial televisivo de los escritores macerados en gin-tonic, hoy Rosa Benito trabajaría como peluquera en Chipiona y Arrabal presentaría el “Sálvame De Luxe”; más que las predicciones de los mayas, de Nostradamus y de Pitita Ridruejo juntos. Porque el fin del mundo no va a ser una catástrofe natural ni una guerra nuclear, el fin del mundo ya ha llegado, y es pequeño y cotidiano, y tan pobre que ni siquiera da para una superproducción de Hollywood: nuestro fin del mundo se presenta a través de cartas de despido o notificaciones de desahucio.

Por eso, si mañana el conductor del autobús vuelve a sonreírme, me voy directa al búnker con mis latas de fabada y mis números atrasados del ¡HOLA! Aunque, a lo mejor, lo estoy interpretando mal. A lo mejor el hecho de que alguien te sonría cuando nadie lo hace es señal de todo lo contrario. A lo mejor es señal de que podemos sobrevivir al fin de mundo.

Mañana le sonreiré yo. Por si acaso.

2 comentarios:

Carmona Dixit dijo...

El día que usted no nos saque una sonrisa sí que será el fin del mundo.

Hong Kong Blues dijo...

El Fin del Mundo se Acerca.
Pero como dice mi abuelo: "yo no le temo a la muerte, sino a la vida".
Y lo dice por aquello de lo mal que está todo.
Guárdeme alguna lata de fabada, que igual compartimos bunker. Pero eso sí, con un poco de ventilación -ya sabe, las alubias...-.
Mi más sincera sonrisa para usted :-)