miércoles, 4 de julio de 2012

Un momento de descanso


PUBLICADO EL 3 DE JULIO EN LA VERDAD

Tranquila mañana playera. ¿Tranquila? “¡Cuidado!”, dice mi santo, y me aparta de la trayectoria de una sombrilla voladora que viene directamente hacia mí. Menos mal: si ya es ridículo morir atravesada por una sombrilla de rayas, más ridículo es morir en bikini, que ya veo a la forense descogurciándose de risa mientras intenta esclarecer si mi celulitis es blanda, compacta o edematosa.

La sombrilla acaba cerca de una panda de muchachos tatuados, engominados, morenísimos y más depilados que yo. Compiten en mechas y en pendientes con sus churris. Toman el sol sin ser conscientes que, de la noche a la mañana, se han quedado sin referentes estilísticos: toda la vida intentando parecer futbolistas de primera y ahora va y resulta que los jugadores de la selección han abandonado su aspecto de poligoneros de lujo. Fíjense en la pinta de contable de Iniesta, o en la cara de crío de Mata. En Piqué llamando a su madre como si, de repente, volviera a tener 10 años, o en Xabi Alonso abrazando a sus hijos. Tipos normales celebrando lo anormal con sus familias. Hasta Sergio Ramos se ha cortado la melena: los conversos irán con su foto al peluquero para que les haga el mismo corte (las señoras mayores llevan la de Lola Herrera, las señoras menores la de Sandra Barneda), mientras que a los macarras recalcitrantes sólo les quedará “Mujeres y hombres y viceversa” como guía espiritual.

Ya saben que yo entiendo de fútbol lo mismo que de pavos preñaos, que por mucho que pase las noches con Joserra de fondo o que mi santo (Mi Salvador desde el episodio de la sombrilla) se haya visto toda la Eurocopa sentado en el borde del sofá y al borde del parraque, no me entero de nada. Lo del doble pivote me suena a truco de “Bricomanía” para montar un armario, y lo del 4-2-3-1 a los números de la Loto. Pero resulta difícil sustraerse al tsunami futbolero, especialmente desde que tenemos unos jugadores que encarnan todo aquello que se nos había quedado por el camino: compañerismo, superación, esfuerzo. Y, además, ganan, y ganan, y vuelven a ganar. Y lo hacen con esa aparente normalidad de los superhéroes de barrio. Ayer muchos españoles se levantaron con poco sueño en el cuerpo y una sonrisa en la cara, porque esta selección nos ha dado algo más que una alegría; nos ha dado un momento de descanso. A ver cuánto nos dura.

2 comentarios:

Hong Kong Blues dijo...

Yo, como soy muy mío, no sentí la misma emoción por la victoria que la mayoría de la población (es que no me dio ninguna).
Ya me conoce: no puedo evitar sentir que si en este Estado se viviera la cultura, la investigación o los avances en Sanidad Pública con la misma devoción sectárea que con el fútbol otro gallo cantaría.

También es cierto que si me hubieran dejado participar de la celebración de los jugadores en el vestuario igual pensaría distinto.

En fin, es el único consuelo que nos queda a los aspirantes a snobs, dado que hasta los iconos chonis nos hacen la putada de no permanecer como tales durante mucho tiempo, imposibilitándonos meternos con su aspecto y valores.

Muy fuerte todo, Señora Palo.

Rosa Palo dijo...

Y tan fuerte: estoy completamente de acuerdo en que si el esfuerzo y la pasta que se dedica al fútbol se inviertieran en educación, investigación y sanidad, nos iría bastante mejor, que con la Eurocopa parece que se nos ha olvidado que los clubes deben 752 MILLONES DE EUROS A HACIENDA.

Pero eso no quita que me deje arrastrar por la marea, por la emoción y por los medios de comunciación (en los últimas semanas no ha habido otra cosa). Y que nade a favor de la corriente, que a veces es bueno un momento de descanso.

Y usted no necesita ningún icono al que seguir. Usted lo es. Asúmalo.