PUBLICADO EL 1 DE SEPTIEMBRE DE 2015 EN LA VERDAD
Hay que
exfoliarse. No lo digo yo; lo dicen esas revistas femeninas que titulan un
artículo con un “¡Acéptate a ti misma!”, así, en imperativo y con
exclamaciones, y a continuación te traen un reportaje sobre la dieta de la
alcachofa con la madre de Jesulín. O con la mujer de Jesulín. O con la hermana
de Jesulín. O con la cuñada de Jesulín. Yo, tan convencida de que lo que
cultivaban en “Ambiciones” eran fresones, y lo que tienen es una plantación de
alcaciles; si no, no se explica.
En fin, que
hay que exfoliarse para recibir el otoño. Quitarse el sol del cuerpo es fácil: te
pasas un guante de crin que te deja desollá viva, y a otra cosa. Lo difícil es exfoliarte
la cabeza: eliminar el recuerdo de la playa, del despertar moroso, del desayuno
largo. Pero lo que resulta imposible de verdad es extirparte las cervezas, los
boquerones fritos, las paellas mixtas y los helados de tres bolas, que ahí no
hay exfoliación que valga, sino cuchillo de carnicero y rebane de lorzas. Cinco
kilos ha engordado mi santo, como cinco soles: no le cabe ni la cartera del
pantalón. “Esto me lo quito yo en una semana”, dice tocándose la panza. Cuánto
admiro la autoconfianza masculina: yo no pierdo lo que engordado en siete días
ni así me cosan la boca con hilo bramante.
La rutina, aletargada
en verano, ha vuelto para instalarse en mi casa. Y regreso a ella con las macetas
secas, la nevera vacía y el correo lleno: 456 emails sin abrir; ocho con el
asunto “¿Tiene usted problemas de eyaculación?”. O me he perdido algo a lo
largo de mi vida sexual (que también es posible), o se han equivocado, que una
cosa es hacer pequeños cambios para empezar el curso, y otra muy distinta
cambiar de sexo. Traspuesta me he quedado. Tanto como cuando me he dado cuenta
de que, para colmo de males, hoy vuelvo al gimnasio. Tengo las mismas ganas de
ver a mi entrenador que de clavarme astillas debajo de las uñas, porque cada vez
que me dice el tío que levante la pierna, me entran agujetas en el cuádriceps y
ganas de llorar. Pero a Santa Birra de Todos los Gases pongo por testigo que me
voy de cañas en cuantico salga de Pilates, que dejarse el verano de golpe es
malísimo. Exfoliación progresiva, se llama.
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