La vecina de al lado
PUBLICADO EN LA VERDAD EL 30 DE AGOSTO DE 2015
Hace muchos años, la
mayoría de los artículos sobre Meg Ryan la describían como “La vecinita de al
lado”. Fue antes de que Hollywood y el resto del mundo occidental le metieran
en la cabeza a la Ryan que estaba vieja y fea y que la sombra de sus arrugas
era tan alargada que caía sobre su carrera; antes de que la Ryan pasara por las
manos del Doctor Muñón y convirtiera a la vecinita de al lado en la inquilina
del frenopático.
Dice Pepa Aniorte que
ella sólo se operaría si le prometieran que se iba a quedar como Naomi
Campbell. Yo me operaría aunque sólo me quedara como una pierna de la Campbell.
Pero mientras se opera o no (que no lo hará), Pepa sí que sigue siendo la vecina
de al lado, la que lo mismo te da un platico de arroz que le ha sobrado (y que
le sale buenísimo) que te arregla un vestido; la que se coloca delante de una
cámara con la cara lavá y recién despeiná y se muestra en carne viva, o se
maquilla y se pone un tacón y se convierte en una mujerona tremebúndica. Porque
Pepa Aniorte es camaleónica, lo primero que ha de ser una actriz. Y, además, es
disfrutona, algo que viene bien para la interpretación, pero mejor para la
vida.
La actriz nació en
Orihuela, aunque con tres años se fue a vivir a Murcia. Y con cuatro, a Fini,
como llamaban en su casa a la pequeña de tres hermanas (o Pini, que le decían
sus compañeras), ya le gustaba el artisteo, que se metió a tocar la bandurria
en una tuna de La Aparecida, el pueblo de su abuela. Veía tele, mucha tele, y
jugaba a ser artista, y salía a la calle a brincar, a saltar y a subirse a las
moreras para coger hojas con las que alimentar a sus gusanos (de pequeña llevó
once escayolas, le contaba a Antonio Arco en este diario). Pero a la cabra loca
le faltaba monte, y después de estar varios años en una peña huertana liada con
las castañuelas, con la guitarra y con lo que hiciera falta, a los dieciocho
años empezó a cantar en una orquesta, “Bohemia Musical”, y de allí pasó a “La
Cuadrilla Latina”. Aniorte se subía al escenario, se creía las letras y las
vivía; las interpretaba. De ahí a ser actriz, sólo había un paso.
Y lo dio: se
matriculó en la Escuela de Arte Dramático de Murcia, y Pini la cantante se
convirtió en Pepa la actriz cuando un profesor comenzó a llamarla así. Rebautizada
para la farándula, con dos duros en el bolsillo y toda la alegría del mundo, en
tercero de carrera la vecinita cambió de ciudad: se fue a Madrid y allí puso
copas, limpió casas (y seguro que las dejaba más limpia que un jaspe, porque Aniorte
es una tipa ordenadísima), hizo cursos de cine y doblaje, figuración en el
teatro de la Zarzuela y hasta anuncios, eso sí, dirigidos por Benito Zambrano,
que la tía ha tenido puntería hasta para hacer publicidad del “Marca”.
Y llegó León de
Aranoa con “Princesas”, y Jaime Chávarri le dio en “Camarón”, el papel de la
prima Pepa, la de Murcia, la que iba siempre de carabina de La Chispa. Pero un
día le vino Dios a ver en forma de director de casting: Luis San Narciso, que
ha descubierto más estrellas que el telescopio Hubble, la escogió para
“Volver”, donde Lola Dueñas le lavaba la cabeza bajo las órdenes de Almodóvar.
De allí, Pepa pasó a ser a la Choni de “Los Serrano” y, de repente, nos
encontramos a una actriz hablando con acento murciano y nos dio un paparajote
de orgullo y satisfacción, algo así como cuando Cristina García Ramos dijo por
primera vez “corasón, corazón” y a los canarios se les hizo el mojo pepsicola. Porque
la Aniorte es murciana por los cuatro costados y por el pico esquina, y en “Los
Serrano” era la más serrana de todas: colaba un “Borbón y cuenta nueva” y se metía
al público en el bolsillo. Tanto que, lo que en principio era para dos
capítulos, acabó siendo para dos años y medio.
En “El camino de los
ingleses”, dirigida por Antonio Banderas, coincidió con otra murcianica, Marta
Nieto. Y no me extrañaría que la Aniorte se hubiera puesto a coser con Banderas
en los descanso del rodaje: a ella le chifla la costura (tiene un maniquí con
sus medidas y se hace vestidos para las galas) y él se ha matriculado en la
Saint Martins, la escuela de moda más prestigiosa del mundo. No me veo yo al
Banderas con los alfileres en la boca y las gafas en la punta de la nariz
enhebrando una aguja, pero tampoco lo veía poniéndole los cuernos a Melanie y
mire usted por dónde. Tengo menos visión de futuro que la bruja Lola con
cataratas.
Aniorte, que también
ha rodado con directores como Colomo, Sánchez Arévalo o Belén Macías, volvió a
la televisión con “Águila Roja”, el papelón de Catalina y unos escotes que le
suben las tetas hasta las amígdalas (a mí no me las suben ni con una grúa). Y,
mientras espera su ansiado papel de mala malísima, hace teatro y hasta lo
produce. Porque Aniorte defiende lo que le echen: si los del New York Times
anunciaban a su admiradísima Lola Flores con “Ni baila ni
canta, pero no se la pierdan”, la Aniorte sí que
canta, y baila, y actúa, y tampoco hay que perdérsela. Que la dejas suelta y le
sale toda la huerta que lleva dentro, y se pone fina y parece que se ha criado
en la calle Serrano. Aniorte es de las que van a favor de obra, de las poco
afectadas, de las agradecidas y de las emocionadas. Y seguro que, a pesar de no
tener tantas pieles ni tantas joyas, ha disfrutado más de la vida que Lina
Morgan. Y lo que le queda.
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