PUBLICADO EN LA VERDAD EL MIÉRCOLES 19 DE AGOSTO DE 2015
Los ricos no pisan la arena. ¿O acaso han
visto alguna vez a Carolina de Mónaco limpiándose los juanetes en una ducha de
pies? La arena es vulgar, choni. Los ricos van del yate a la lancha y de la
lancha al restaurante. Y, si no tienen ganas de bajar, les llevan a bordo los percebes
tamaño carallo de home. O de ballena: Onassis escandalizaba a las invitadas del
“Christina O” con un "Querida, estás sentada
sobre la polla de una ballena" cuando se sentaban en los taburetes del bar,
forrados con piel de pija de cetáceo. Tal cual. Onassis era un ordinario. Pero,
en los ricos, las ordinarieces se llaman excentricidades.
"Si tienes que preguntar cuánto vale un yate es que no te lo puedes
permitir", decía J. P. Morgan. Pues yo, que tengo que preguntar a cuánto
están los tomates, ni les cuento. Es mejor ser amigo de cualquiera que tenga
barco; de cualquiera excepto de Valentino, el diseñador apergaminado que
comparte cardado y tinte con Bigote Arrocet y mi kiosquera. Que es una vieja
maniática, dicen. Que primero te invita a navegar y luego te critica si no
llevas hecha la manicura, cuentan. En fin, un drama. Pero, en tal de disfrutar
del mar, su amiguísima Naty Abascal lo aguanta todo. Antes, la estilista se
paseaba en la goleta de Ramón Mendoza, el que fuera presidente del Real Madrid:
a bordo del “América” se reunieron Mendoza y Jeanine Giraud, su pareja de entonces,
con los duques de Feria y otros matrimonios. Roneos y tonteos hasta que de
marejadilla la cosa pasó a fuerte marejada: Giraud pilló a Mendoza y a Abascal besándose
en cubierta (la Callas también se enrolló con Onassis en el “Christina O” delante
de los morros de sus respectivos cónyuges y del puro de Churchill, que viajaba
con ellos). Pero el romance entre Abascal y Mendoza duró poco: "Si
continúo con ella un mes más, acabo arruinado”, comentó Mendoza. Mantener a
Naty cuesta tanto como mantener un yate. Será por eso por lo que dicen que los
propietarios de un barco tienen dos días felices: cuando lo compran y cuando lo
venden. Entre uno y otro, los días felices los tengo yo. Cuando me invitan a navegar.
Los taburetes de pija de ballena del "Christina O".
Cortesía de @covanechi
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