PUBLICADO EL MARTES 24 DE MAYO DE 2016 EN LA VERDAD
Contaba Miguel de la
Quadra-Salcedo que, en cincuenta años, no se había puesto calcetines nunca, ni
siquiera a 20 grados bajo cero. Como Einstein, que dejó de usarlos cuando se
dio cuenta de que podía explicar el universo pero era incapaz de averiguar por
qué desaparecen los calcetines en la lavadora. O como los jóvenes y las jóvenas
este invierno, que mis pobres sobrinos han ido durante meses sin un mísero
calcetín que llevarse al pinrel, con las canillas al aire, congeladitos perdíos.
No saben que cabeza fría y pies calientes dan larga vida a la gente. Pero la juventud
es temeraria. Y paradójica: la tendencia de llevar zapato cerrado sin
calcetines ha convivido esta temporada con la de usar calcetines con sandalias.
Amárrame esos pavos. Y amárramelos con nudo doble, que la culpa de la
introducción de esta moda en España la tiene Esperanza Aguirre: hace años, y recién
sobrevivida al atentado de Bombay, Aguirre llegó a la rueda de prensa con
sandalias y calcetines. Esperanza, tan anglófila ella, se puso el uniforme
oficial que luce cualquier inglés para pasearse por Benidorm, demostrando con
un solo gesto su admiración por el Reino Unido, por los tory y por Thatcher ("Si usted ahorra para su pensión en un calcetín,
probablemente nacionalizarán los calcetines", decía la primera ministra). Y
nosotros vimos a Esperanza y nos quedamos traspuestos, sin saber que poco
después sería la pera ir calzado como un guiri loco. Esperanza, creadora de
tendencias. Por algo Umbral la llamaba “Chica Telva”. Y por algo Esperanza se
pone calcetines con la bandera de España para jugar al golf, posiblemente
porque sea la única manera que ha encontrado de tener el país a sus pies.
La moda es eso que
ayer nos parecía ridículo y hoy nos resulta ideal. El pesimismo antropológico
nos lleva a pensar que lo peor acabará siendo aceptado: le temíamos a las sandalias
con calcetines más que a un nublao y llegaron para quedarse; nos reíamos del
chándal con tacones de Pantoja y este año se ha convertido en lo más,
despreciábamos a los gañanes de calcetines blancos (excepto a Bryan Ferry) y
hoy estamos a un estilismo de ¡HOLA! de que se los ponga hasta el rancio de Fran
Rivera. Pero el pesimismo sin ironía es de mal gusto, que dice Jean Echenoz. Y la
ironía es el recurso argumentativo más utilizado en moda. Por
eso nos divierte tanto. Por eso y por las camisetas de Paquirrín.
Bryan Ferry en pleno "Slave to sock", que dice la ingeniosísima @covanechi