PUBLICADO EN LA VERDAD EL 30 DE JULIO DE 2014
La primera señal de que comienza el buen
tiempo es que me quito los calcetines y me pongo las sandalias. Pobres pies, liberados
al fin tras padecer ese largo invierno de su descontento: mis dedos monocotiledóneos,
habichuelas pequeñas y blancas que no llegan al final del zapato, aparecen tímidamente
buscando el sol. También lo buscan los pies de dedos largos, extraños, deformes;
aliens que se salen por las tiras de las chanclas y a los que sólo la Teniente
Ripley es capaz de hacerles la pedicura. Que nadie tiene los pies perfectos,
oigan. Ni para exhibirlos (sacarlos al espacio exterior sin pasar por el
podólogo es como hacerte una portada del “Interviú” sin depilar), ni para
colocarles unos stilettos de quince centímetros. Juanetes, durezas, callos y ojos
pollo: una serie de catastróficas desdichas. Es más fácil que Falete pase por
el ojo de una aguja que mis pies entren en el Reino de los Tacones.
Menos mal que para todo hay solución: “Operación
Cenicienta”, se llama. No, Peñafiel, con ese nombre no piense usted en un
contubernio orquestado para que Letizia se convierta en reina, que se trata una
intervención quirúrgica destinada a acortar o alargar los dedos de los pies (amputación
del dedo
meñique incluida), y así poder lucir los tacones con comodidad. Alucina,
vecina, que con tanto coser y cantar nos están convirtiendo en la novia de
Frankenstein. Y ahí si que hay contubernio, y de los gordos: diseñadores
sádicos y cirujanos plásticos han ideado un complot maquiavélico para dominar
el mundo, que primero nos torturan con los tacones y después nos operan para poder
seguir torturándonos. Es el ciclo de la vida, Simba. Y yo voy a entrar de lleno
en él: la última vez que fui a una boda estuve a punto de hacerme una
operación, pero no a lo Cenicienta, sino a lo Leatherface, que ganas me dieron
de coger la motosierra del sicópata de “La matanza de Texas” y hacerme una
pedicura radical. Porque, si como dicen, hay que ponerse en los zapatos del
otro para saber lo que se siente, que se calce Monsieur Louboutin uno de sus taconazos.
Me juego el ojo pollo a que, a partir de ese momento, se dedica a diseñar comederos
para pájaros.
NOTA: La foto es cortesía de la gran @covanechi, documentalista de pro.
1 comentario:
En una de esas Chupi Fiestas del Glamour, había quien hablaba de los "pinchazos de no-sé-qué" que se ponían en los pies para tolerar los taconazos. Yo ya les alerté de las lesiones, pero ni caso.
La ironía es que eran las mujeres las que persistían en usarlos más que los hombres presentes.
Lo han logrado: nos han dejado turuletas. No hace falta que nadie nos diga nada. Nosotr@s mismos ya nos adelgazamos, ataconamos, musculamos, estiramos, etc. solit@s. Viva el SadomasoGlam.
Publicar un comentario