Mi prima la de Murcia
Soy prima de Charo Baeza. O, al menos, eso me decía mi
padre: “La Charo era prima de mi primo el Trompo, el que se cayó en la acequia,
así que tú eres prima de la Charo”. Y yo miraba a Charo y me miraba a mí, y
veía sus curvas y veía las mías, y no encontraba ningún parecido. En nuestro
caso, las leyes de Mendel se las había cargado un cirujano plástico.
Descubrí a Charo Baeza en “Vacaciones en el mar”, donde
aparecía interpretando a una cantante llamada April López. Charo fue la artista
invitada que más veces intervino en aquella serie, cuyo reparto era el sueño alucinógeno
de cualquier director de casting: rescataban a grandísimas estrellas de “Prados
Soleados”, como Gene Kelly, Joseph Cotten, Olivia de
Havilland o Joan Fontaine (estas
últimas saldrían en episodios diferentes, ya que la relación entre las hermanas
era tan mala que, si hubieran aparecido en el mismo capítulo, una habría tirado
a la otra por la borda), y las mezclaban con estrellitas que empezaban a
brillar (en esta serie apareció Tom Hanks por vez primera), con celebridades
del mundo de la moda (Halston o Gloria Vanderbilt) y hasta con los Harlem
Globetrotters. Y todas las
“guest stars” aparecían en orden alfabético, para evitar que pasara lo que ocurrió
cuando Lola Flores, Carmen Sevilla y Paquita Rico rodaron “El balcón de la luna”: tuvieron que poner en la cartelera los nombres en
aspa rotativa para que no se tiraran del moño por ver quién aparecía la
primera.
Pero ¿cómo se pasa de los limoneros murcianos a las palmeras
de Los Ángeles? Charo, nacida en Molina de Segura, recibió clases particulares
de guitarra del mismísimo Andrés Segovia, y comenzó como cantante existencialista,
versionando a las intérpretes francesas de vestido negro, mirada desencantada y
Gauloises en la boca. La transición al vestido de lentejuelas, la mirada pícara
y los Marlboros fue obra y gracias de Xavier Cugat, un músico de bigotillo fino
que la hizo pasar del existencialismo al gataperrismo: Cugat descubrió a Charo y
la creó a imagen y semejanza de uno de sus chihuahuas, aunque con su nariz
chata, su pequeña estatura y su toto sobre la melena cardada, Charo acabó
pareciéndose más a una perrita pekinesa. Charo tenía quince años cuando se casó
con Cugat. Quince o veinticinco, porque según ella nació en 1951, aunque su
partida de nacimiento establecía que había nacido diez años antes. En cualquier
caso, hay que tener una ambición que no te cabe en una ciento veinte de pecho
para casarse con un hombre como Cugat, pero Charo sabía que el músico era el
pasaporte para triunfar.
Y triunfó: Charo (sin apellido, como es conocida en Estados Unidos), hizo
una carrera meteórica. Tuvo su propio grito de guerra, “Cuchi, cuchi”, y llegó
a registrarlo como marca, que una será rubia, pero no tonta. Actuaba en las
salas de fiesta y en los casinos de Las Vegas, aparecía en todos los shows televisivos
de máxima audiencia y aprovechaba sus conciertos de guitarra para enseñar cacha,
algo tan raro como si Paco de Lucía tocara “Entre dos aguas” enseñando las
canillas.
Entre cuchi y cuchi, Charo se divorció de Cugat, se casó con su
representante, tuvo un hijo, se mudó a Hawaii para criar al niño fuera del show
business y regresó a Los Ángeles para volver a triunfar. Y su éxito fue tal
que, incluso, salió en “Los Simpson”, un honor mayor que obtener un
Nobel, que lo tiene hasta Kissinger (por cierto, el reconocido pacifista estuvo
en la inauguración de la casa de Charo).
Charo también es una artista comprometida, que una será rubia, pero solidaria:
colaboradora de PETA desde hace años, rodó el video “España Cañí: Dance, Don’t
Bullfight” (tal cual), que narra (también tal cual) la historia de un torito
llamado Manolo que vive aterrorizado pensando que, cuando crezca, va a morir
como su papá a manos de un torero. Tras el rodaje, el torito fue puesto a la
venta y Charo se enteró de que un hotel de Las Vegas estaba interesado en su
carne, así que lo compró y se convirtió en su mamá adoptiva (y luego nos
extraña que George Clooney tenga un cerdo como mascota). Eso sí, vegetariana no
es: según ella, sigue comiendo morcillas y longanizas. Aunque sospecho
que, con esa cinturita de avispa, las masticará y luego las escupirá, que es lo
que hacen los angelinos con los filetes.
Ahora, Charo es reivindicada y reverenciada por los
modernos, como Alaska y Mario, que intentaron que fuera al remake de su boda en
Las Vegas sin conseguirlo. Pero en esto, como en tantas otras cosas, Almodóvar
fue el pionero: en “Con las manos en la masa” le contaba a Elena Santonja que
iba a hacer una película bélica ambientada en el Vietnam, protagonizada por
“enfermeras feministas francamente lésbicas” que se ponen de los nervios porque
mandan al frente a Raquel Welch y a Charo Baeza para entretener a los soldados.
Las enfermeras feministas les roban el maquillaje y las plataformas a las
“tapón-sexy”, que dice Almodóvar, y las dos estrellas enanas tienen que actuar
en zapatillas y a pelo.
Y es cierto: Charo es una tapón-sexy que crece a
base de tacones, cardados y mucha gracia. Y también es kitsch, y excesiva, y ostentosa.
Es una choni de lujo. Es naif. Es el sueño de un travesti o de una
cantante de orquesta del Club Náutico de Islas Menores. Y también lo fue de Ana
Obregón, que intentó seguir sus pasos pero tropezó en el camino: récord de
apariciones en “Vacaciones en el Mar” frente a una en “El Equipo A”. Gana Charo
por goleada, que para eso tiene más calle que la Obregón. A ver si consigo que
venga a una reunión familiar para que nos cuente sus andanzas, y la invito a
michirones y a beber en porrón, que dice que le gusta mucho. Y, si quiere, que
se traiga al torito Manolo, que tengo jardín.
2 comentarios:
Charo ha sido y es un mito en mi casa. Lady Laca, obviamente, nos enseñó a admirarla.
A mí siempre me ha parecido total. Toda una self-made woman atípica. Cítrica e incombustible. Cuando veo a Pepino Marino que se la pone de fondo del móvil alucino. Y me alegro.
Porque al final Charo nos muestra que es posible salir de la acequia española y trabajar por los sueños (húmedos, de brilli-brilli o pacifistas). Ah, y aplaudo su discurso antitaurino.
¡Viva Charo y su prima la escritora!
Yo también soy muy, muy fan de Charo. Me gustan mucho las mujeres hechas a sí mismas, en todos los sentidos, aunque tengan ayuda de un cirujano plástico. Y que Lady Laca le enseñara a admirarla demuestra lo listísima que es su madre. Así ha salido usted.
Besos mil.
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