PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 9 DE JULIO DE 2019
Estoy que no estoy. Sí, mi cuerpo está aquí, amarrado a la pata de la silla, pero mi cabeza se quedó el sábado en un chiringuito y todavía no ha vuelto, la muy rebelde. Y así no se puede. Ni escribir, ni vivir.
Más que la cabeza, lo que me gustaría tener en la playa es el cuerpo entero. Ojalá tuviera yo el don de la bilocación. Y no me refiero al hecho de estar loca por partida doble, que esa capacidad ya la tengo de nacimiento, sino a la posibilidad de estar en dos sitos a la vez. En el salón y en la playa. En el despacho y en la playa. En la cola del Mercadona y en la playa. Pero no, aquí sigo de cuerpo presente, que en lugar de mística he salido penitente. Y, para penitencia, la que estoy sufriendo al recibir las fotos de las vacaciones de mi pandilla: Costa Rica, Cerdeña, Pamplona. Hasta la perspectiva de ser pillada por un morlaco en la curva de Estafeta se me antoja más apetecible que estar aquí. Porque, digan lo que digan el calendario, los anuncios y los informativos, sólo es verano cuando te despiertas y te quedas en la cama leyendo, con la ventana entreabierta y la brisa de la mañana moviendo ligeramente las cortinas. O cuando te das cuenta de que son las nueve de la noche y todavía no has salido del agua. Si no es así, no es verano. Es otra cosa. Es un cocerte en papillote en tu casa en lugar de tostarte vuelta y vuelta en la arena. Y no sabe igual. Ni mucho menos.
Desde hace años sólo tengo trozos de verano. Y así sobrevivo: junto una siesta por aquí, un paseo en bici por allá, un baño por acullá, y los pego con papel celo. Pero quiero volver a tener un verano entero, sin cortes; un verano continuo impreso a sangre en un papel couché semi mate; uno de esos veranos que comenzaban a mitad de junio y terminaban a mitad de septiembre, un verano moroso, lento, donde no sabías qué hacer con los días, un verano tan largo que llegabas a aburrirte. Ahora tengo un verano fragmentado, por horas. Y se me hacen cortas. Así que la cabeza ha dicho que no vuelve, que mi cuerpo haga lo que quiera, pero que ella se queda en la República Independiente del Chiringuito. Otra separatista más. Estamos buenos.