PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 31 DE MARZO DE 2015
A Madrid le han dedicado
más canciones que a Nueva York: desde los Burning hasta Los Enemigos, pasando
por Joaquín Sabina o Ketama, lo mejorcico del artisteo nacional ha trasteado
las guitarras mientras le cantaba a sus bares y a sus calles. En la periferia
hemos tenido menos suerte: a Cantabria le ha tocado David Bustamante, a Almería
el otro David, Cañita Brava le ha graznado al caldo gallego y Luis Aguilé a sus
vacaciones en Castellón. Aquí, nuestro juglar ha sido Francisco Galián: “Déjame
estar presente en tu corazón / tú y yo y el Mar Menooooooooooor”. Definitivamente,
los madrileños salen ganando. Eso sí que es una tara del centralismo y no los
problemas de Cataluña con Hacienda.
Para una señora de
provincias con ínfulas culturales, Madrid es la tierra prometida, el Shangri-La,
la pera limonera. Madrid siempre es una posibilidad. Cuando llegas por la
noche, con las luces iluminándote la cara y la cabeza, tienes la sensación de estar
en el lugar donde todo está a tu disposición: en Madrid eres Falete en un
buffet libre. Y como Madrid tiene cuerpo de gran ciudad pero alma de barrio, es
el único sitio del mundo donde puedes encontrarte con colegas que cumplen (y
sobrepasan) expectativas, con nuevas viejas amigas y con dos tipos en la Plaza
Mayor que piden para jamón, relax, putas, coca, whisky y vino, por ese orden.
Transparencia en las donaciones, se llama eso.
Los madrileños se quejan
de Madrid, pero tienen el mismo derecho a hacerlo que las supermodelos que se lamentan
porque les llamaban “jirafa” en el colegio: ninguno. En Madrid no hay playa,
vaya, vaya, y ni falta que les hace, porque gracias a eso no se te riza el
pelo, ventaja indescriptible para las mediterráneas que practicamos la
autogestión capilar, como Tita Cervera y servidora. Madrid se peina con melena
lisa, se escribe con d, se pronuncia con z y se canta por rock and roll. La
pena es que no le puedo dedicar un tema porque entono como si a Lola Gaos le
estuvieran pisando un callo, así que la única manera de homenajear a la capital
es marcándome una columna. Tanto me gusta que cualquier día de estos me voy pa
Madrid, compadre, y me instalo en el Palace como Julio Camba. Que una es una
señora; de provincias, sí, pero señora al fin y al cabo.
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