PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 5 DE JULIO DE 2016
Belén Esteban se
está sacando el carnet de conducir. Y sí, eso es una noticia, que lo han leído
estos ojitos que se han de comer la tierra. Y sí, se lo está sacando en Cuenca,
en la autoescuela donde se perpetró “Famosos al volante”, un reality de La
Sexta emitido en los tiempos en los que la cadena buscaba desesperadamente su
lugar en el mundo. Las sorpresas de aquel programa consistieron en ver que
Falete cabía en un utilitario (justo, muy justo, pero cabía) y en conocer al
director de la autoescuela, un señor que, con tanto famoso alrededor, estaba
convencido de que dirigía el Actors Studio y de que era el mismísimo Stanislavski revivido: hasta hablaba
de El Método, el tío. El Método consiste en tener a los aspirantes a conductor
encerrados cuatro días haciendo tests a cascoporro, sin un bolo discotequero ni
un robado-pactado que llevarse a la boca. Una tortura mayor que la que le infligían
los charlies a Rambo, que no veo yo a Chabelita con el culo pegado a una silla mañana
y tarde intentando dirimir qué indica una línea longitudinal discontinua con
los trazos muy juntos. Pero todo sea porque puedan ir ellos solicos desde la
redacción del ¡Qué Me Dices! hasta el plató de Sálvame sin necesidad de taxi. O
para recuperar los puntos del carnet, como Paquirrín, ese ser que se pasa la
vida cometiendo infracciones de tráfico mientras intenta emular a George Best: “Gasté
un montón de dinero en coches, mujeres y alcohol. El resto, simplemente, lo
malgasté”, dijo el futbolista. La diferencia es que Best fue uno de los mejores
jugadores del mundo, y el Príncipe de Cantora se quedó en alevín del Real Madrid.
Hasta para derrochar pasta hay que tener clase. Y para conducir.
Ahora viene el
drama: Belén ha suspendido el teórico. Mandaron a Jon Aramendi a la puerta de
la autoescuela a enterarse de si había aprobado. Y Belén, mosqueda: no quería que
dijeran el resultado en directo en el programa. Ella, que ha vendido todo lo
vendible, menos el hígado a la mafia china, se negaba a que dieran la
información. Al final lo dijeron, claro. Y ha suspendido. La pobre. Le han
quitado el último vestigio de dignidad que le quedaba. Entiendo el mosqueo: yo
he vuelto a la universidad veinte años después. Y antes digo lo que peso que el
resultado de los exámenes.
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