PUBLICADO EN LA VERDAD EL MIÉRCOLES 29 DE JULIO DE 2015
El hijo adolescente de mi amiga M. J. está desesperado. “En esta playa no
hay tías buenas”, dice la hormona con patas. Y entiéndase por “esta playa”
cualquiera de las urbanizaciones surgidas junto al Mar Menor donde el colmo de
la diversión es ir al cine de verano, tomarte un chambi en la heladería (y
escribo “la”, y no “una”) y hacer apuestas acerca de si la señora Ginesa habrá
sobrevivido al invierno. Para los adolescentes, que miran por las noches las
luces de La Manga como si se tratara de la Tierra Prometida, con deseo infinito
en los ojos y azogue en el cuerpo, las playas del Mar Menor se han convertido
en el cementerio de las elefantas, en un lugar donde las que ya nos hemos
tomado muchos gintonics ahora vamos a tomar las aguas. Porque en ese mar
tranquilo las señoras se pueden bañar sin estropearse la permanente y sin
quitarse las gafas, poniéndose a remojo como los garbanzos y presumiendo de
hijos con las vecinas, que mi mayor se colocó en un banco y mi pequeña es
enfermera. Mientras, los respectivos van a echarse la partida y dejan a sus
santas a merced de cualquier gerontófilo en Meyba, que un día de estos aparece
por aquí Alfonso Díez buscando remedio para su viudez y se levanta a alguna.
Con un panorama donde la tipa más joven que hay en la playa es tu prima
hermana (y, a no ser que te apellides Vargas Llosa, lo normal es que dejes
tranquila a la familia), los pobres chiquillos creen vivir por un rato dentro
de un anuncio de cervezas cuando se escapan al Mar Mayor. Y les da una
sobredosis de rubias y morenas, como molan las tías buenas, de la que no se
reponen en todo el verano. Ven a salir a las muchachas a lo Ursula Andress
emergiendo de las aguas cuchillo al cinto, y se les hace la picha un lío. Literalmente.
Si se van a Ibiza, se nos mueren estos langostinos. Es el ciclo de la vida. Ya
les colgarán las carnes. Mientras tanto, que disfruten, ellas y ellos. Yo voy a
quitarme el Tena Lady y a ponerme el bañador, que me bajo a la playa.
2 comentarios:
Cada playa tiene su público. En Barcelona tenemos las gays, las súper gays, las de marineros, las de turistas...
En todo caso, pese al sufrimiento del muchacho, resulta un mar menor.
¡Besos!
El público de mi playa es sexagenario, me temo. Y tanoréxico. Más besos.
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