miércoles, 25 de abril de 2018

PACTAR CON EL DIABLO

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 24 DE ABRIL DE 2018
Decía el otro día la Milá (exagerada, histriónica, exhibicionista, carne de televisión) que, a ella, a quien le gustaría entrevistar de verdad es al Papa Francisco, que la tiene loca. A mí, en cambio, me sigue teniendo loca Georg Gänswein, el secretario de Benedicto XVI, que ese sí que es el pájaro espino y no Richard Chamberlain. Pero más loca aún me tiene que el Vaticano vaya a lanzar un curso para realizar exorcismos por teléfono. Imagínense. Por teléfono. Que no hemos tenido bastante con los másteres del demonio, como para que ahora venga el Vaticano a regalar títulos. Que tú estás poseída como una cabra loca, y venga a vomitar verde, y venga a tomar Primperan, y venga a decirle a tu madre que mira lo que ha hecho la guarra de tu hija y, de repente, suena el teléfono y te encuentras a alguien al otro lado de la línea soltándote el "Regna terrae, cantate Deo,/psallite Domino, Tribuite virtutem Deo./Exorcizamus te", y claro, se te pasa la mierda de golpe. 
Trabajo van a tener. Los exorcistas telefónicos, digo. Más que los de Jazztel, que sólo con empezar a marcar los números de los políticos (locales, regionales, nacionales, carne de televisión) ya van listos. Porque, en algunos, parece que Satanás hable por su boca. Son los mismos que han hecho un pacto diabólico para seguir detentando el poder. Pero el demonio, a cambio, los lleva firmes, condenándolos de por vida a hacerse fotos con niños de teta, a acudir a las fiestas de los pueblos para cantar con la Agrupación de Coros y Danzas de Villacascajo de Abajo, a pasearse por los mercados probando pésoles y alcaciles, a llegar en un mercedes blanco a la feria del ganado, a salir en las procesiones de Nuestra Señora del Voto Útil. Ni un fin de semana tienen libre, los pobres. Eso sí que es vender tu alma. Y tu vida. El diablo, por el contrario, fue menos exigente con Julio Iglesias, con quien se dice que firmó un pacto cuando tuvo el accidente de coche (Papuchi se fue a Haití para hablar con dos santeros, y la ceremonia demoníaca se llevó a cabo en la no menos demoníaca Torremolinos): a Julio, el diablo sólo lo condenó a seguir cantando "Gwendolyne" por toda la eternidad. Y a hacerse injertos de pelo. Definitivamente, al diablo le caen peor los políticos que los cantantes melódicos. Por algo será.

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