Yo no soy
rebelde porque el mundo no me hizo así, que me hizo anarco burguesa celulítica.
Con estas caderas de paridora y estos muslos como columnas jónicas no podía
hacerme de otra forma, que la rebeldía es más de muchachas andróginas con
melena lacia, cuello largo y pecho escaso. La rebeldía, como estética, sólo
favorece a las delgadas.
Pero, de vez
en cuando, hasta a las morenas rotundas nos sale la insurrecta que llevamos
dentro. El miércoles no compré el ¡HOLA! No vi la boda de Eva González, la
única miss venida a más, y Cayetano Rivera, el torero venido a menos. Vale, no
vi la boda en esa revista; la cotilleé en otra que tenía más a mano, que mi
rebelión siempre ha sido de sofá. Pero no comprar el ¡HOLA! para no participar
en la exclusiva de una boda protagonizada por guapas vestidas con alevosía y
ensañamiento, toreros encantados de conocerse y sevillanía rancia pagada a
precio de oro fue mi pequeño acto de rebeldía.
El acto de rebeldía de los
parisinos ha sido salir a la calle. Salieron noqueados, tristísimos, asustados,
sí, pero salieron. Con tanta calma como con la que abandonaron el estadio de fútbol cantando “La
Marsellesa”, que no es preciosamente una canción de paz, sino de libertad con
ira; la misma con la que muchos franceses recibieron la versión a ritmo de
reggae y de calada de petardo que hizo del himno Serge Gainsbourg, hombre,
marido y padre rebelde y de rebeldes,
más francés que el croissant y listo como el hambre: en un concierto en
Estrasburgo donde aparecieron legionarios sin cabra pero cabreados por la
interpretación del francés, Gainsbourg se puso a cantar a capela la versión
oficial del himno y se los metió en el bolsillo.
Yo también canto “La
Marsellesa”, pero no por Gainsbourg, sino por “Casablanca”. Y lloro. Y llamo a
los ciudadanos a las armas en un francés de Chiquito de la Calzada. Porque hasta
las de cadera ancha tenemos derecho a rebelarnos contra la barbarie. Porque además
de cantar himnos, cambiarnos el perfil de Facebook y colgar fotos de vacaciones
en París, se nos debería ocurrir algo más. “Saber lo que es justo y no hacerlo es la peor de
las cobardías”, decía Confucio. Y ya saben que Confucio, según una
aspirante a Miss Panamá, “fue uno de los que inventó la confusión”. Seguro que a
esta también le paga la exclusiva el ¡HOLA!
1 comentario:
En nuestra tierra ninguna protesta más fácil que salir a la calle para el ocio. Otra cosa son las manifestaciones o el arranque de adoquines. Es usted una anarco burguesa admirable.
Publicar un comentario