Soy una ignoranta. Con reparos, sí, pero
ignoranta al fin y al cabo. Y lo malo es que el reconocimiento de mi propia estulticia
me produce ansiedad: ojeo el suplemento cultural del periódico y me entra desazón,
veo novelas y ensayos acumulándose sobre la mesilla de noche y me da azogue, y la
lista de películas guardadas en el ordenador me produce más desasosiego que a Falete
una ensalada verde. No me da ni la vida ni la cabeza. Es el “Cuanta puta y yo
que viejo” de Siniestro Total en versión libros. Que no es que quiera yo ser
una intelectuala ni una cultureta, Dios y Sofía Mazagatos me libren, pero es
que cada día que pasa me vuelvo más tonta. Y como soy una señora de provincias
con ínfulas, no soy capaz de llevar mi ignorancia con tanta soltura como la
llevan otros: “Que yo no soy analfabeta, que se leer y escribir”, dice la
Esteban. También dice que Dubrovnik es la perla del Antártico y que la Edad
Media es hasta que los seres humanos hacen la escritura. Es lo que tiene ponerse
tetas en vez de ponerse neuronas.
Para colmo de males, lo poco que sabía lo he
olvidado: en una conversación con Mario Vaquerizo, otro intelectualo (“Roma y
Grecia son dos islas del Mediterráneo”), la actriz María Barranco le cuenta que
está preocupadísima porque ha de enfrentarse a un monólogo teatral de hora y
media ella solica, y como se pasó tres pueblos de joven, ahora tiene que hincharse
a vitaminas y a suplementos para intentar activar la memoria. Paradoja: ayer
nos metíamos de todo para olvidar las cosas; hoy lo hacemos para recordarlas. Hemos
llevado al pie de la letra el desenseñar a desaprender cómo se deshacen las
cosas, que cantaba Kiko Veneno. Y así estamos, que cada vez que me llega el
heredero con los deberes de aritmética, servidora se encomienda a John Nash y a
Alan Turing, los dos únicos matemáticos que conozco (y porque he visto las
películas). ¿Para qué me sirve aprender a hacer ecuaciones, mamá? Para
olvidarlas, nene. Menos mal que el padre del heredero es de ciencias puras, y
que Andreíta tiene profesor particular. Si no, los veo a los dos trabajando de
diyéis, como Kiko Rivera, que con aprender a subir y bajar el volumen ya tuvo bastante.
O de Community Manager con faltas de ortografía. No sé lo que es peor.
Aquí, clase magistral de Historia de Belén Esteban.
1 comentario:
Usted de ignoranta tiene poco, para su desgracia. Si lo que pretendía es estar a la altura de los triunfadores actuales... le sobra C.I.
Pero siempre puede hacerse la tonta. Y teñirse.
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