PUBLICADO EL 31 DE DICIEMBRE DE 2013 EN LA VERDAD
Ya lo sé: últimamente
me curro poco los títulos y menos los temas, pero yo no tengo la culpa de que
este año las columnas hayan caído en Nochebuena, Nochevieja y ¡uy!, casi en
Reyes, que para no gustarme la Navidad me estoy hinchando. Así que he decidido
dejarme llevar por el calendario y marcarme una trilogía que ni la de Nueva
York.
Y hoy toca Nochevieja,
el último día del año, el día de las listas. De dos, en concreto: la de los
hechos y la de los propósitos. La de los hechos la encuentran ustedes en todos
los medios que hacen balance del 2013: los personajes más influyentes, los sucesos
más destacados, las fotos del año, las películas más vistas, los libros más
leídos. Pero no se preocupen, que como estoy saturá perdía con tanto inventario,
la única lista que voy a hacer es la de la compra, que mucho marrón glacé,
mucha hueva y mucho foie pero no tengo ni un mal yogur que echarle a mi bífidus.
Además, para qué tanto repaso del año, si lo que hoy es noticia mañana será mierda
de pavo: las mejores pelis de 2013 serán pirateadas, las canciones más
escuchadas acabarán destrozadas por los Supersingles y las bodas del año terminarán
en divorcio y/o anulación, dependiendo de la pasta de cada uno. Ya saben, no
somos nadie, y menos en cueros.
La otra
lista, la de los buenos propósitos, es la que usted y yo hacemos después de ver
que en septiembre no cumplimos ni una sola de las cosas que nos prometimos: desterrar
de nuestras vidas las grasas saturadas, aprender inglés, volver al gimnasio, pintar
la casa (la mía tiene ya tantas manchas de humedad que estoy empezando a ver
las caras de Bélmez) o sacar más tiempo para nosotras, el consejo preferido de
las revistas femeninas. Y sí, creo que entre cocinar, trabajar, llevar al crío
al colegio, recogerlo, los deberes y las extraescolares, me van a quedar cinco
minutos para sonarme los mocos con tranquilidad y encontrarme a mí misma. Pero
miren, ahora tenemos una segunda oportunidad para intentar llevar a cabo
nuestros objetivos. O de volver a fracasar, en mi caso, porque ¿cómo voy a
empezar bien al año si esta noche me voy a poner como Las Grecas? Es que con
resaca no hay manera de hacer nada. Hasta el año que viene.
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