miércoles, 24 de abril de 2019

ANIMAL DE COMPAÑÍA

PUBLICADO EL MARTES 23 DE ABRIL EN LA VERDAD

Leo todas las noches de mi vida. Leo las noches largas, las de sueño intermitente, las de ojos como platos, las amenazadas por la alarma del móvil. Leo hasta las noches que llego malamente. Y leo novela, siempre novela: el ensayo y los periódicos son para la luz del día, la que entra por la ventana e ilumina la realidad resaltando sus aristas y haciéndola, aún, más inclemente; la ficción, en cambio, requiere un resplandor tenue, el suficiente para alumbrar las vidas de otros. Y así, cuando las suyas se empiezan a mezclar con la mía y las líneas comienzan a difuminarse, cierro los ojos. Por eso tengo los libros en la mesilla de noche como el que tiene a mano el Orfidal o el vaso de agua, porque leo por necesidad, porque leer es la única forma de hacer posible la transición de mi vida al sueño. 

Entre el flexo y la lima de uñas se han formado tres torres inclinadas; en precario equilibrio, y unas sobre otras, se amontonan las historias, las leídas y por leer, las hermosas y las tristes, las que nos permiten mirar por el ojo de la cerradura las vidas ajenas y las que diseccionan la propia, las que hubiera querido vivir y las que hubiera querido escribir, aunque no tenga coraje para lo primero ni talento para lo segundo. Y ahí están, preparadas para ser engullidas de forma compulsiva, impaciente,como quien se pega una tripotera de hamburguesas: envidio a los lectores que son capaces de citar párrafos enteros, que retienen los nombres de los personajes, que recuerdan los giros de la trama, que analizan la estructura de la novela, que saborean cada adjetivo; los lectores gourmets. Yo no, yo devoro los libros con la misma ansiedad con la que me meto un cuarto de libra con queso entre pecho y espalda. Con nuggets y patatas fritas, a ser posible. Pero leer, al fin y al cabo, tiene menos calorías; lo único que te puede engordar es el cerebro. Y tampoco:los que aceptamos libro como animal de compañía no somos más listos que los que no leen. Sólo tenemos más suerte, la de poder volver a los libros donde fuimos felices y la de abrir libros nuevos donde también lo seremos; la suerte de haber encontrado un refugio donde guarecernos para pasar la noche. Feliz Día del Libro. 

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