lunes, 25 de marzo de 2019

PANTOJISMO POLÍTICO

PUBLICADO EL MARTES 12 DE MARZO DE 2019 EN LA VERDAD

Hubo un tiempo en el que salías a comer con tus amigos un sábado y hablabas de lo tontos que están los críos, de las pocas esperanzas que tenías de ponerte bikini ese verano, del último libro que habías leído y de la serie que estabas viendo. Fueron años tranquilos en los que lo único que te llegaba por wasap eran felicitaciones de cumpleaños, invitaciones de comunión y memes que ya habías vito en Twitter. Ahora, no: ahora, en cuanto vas por la segunda cerveza, las conversaciones con los colegas se convierten en una suerte de debate político tenso y vociferante, de los de carajillo en la mano y palillo en la boca, mientras que por el móvil sólo recibes panfletos incendiarios destinados a ponerte de mala leche desde primera hora de la mañana. Estoy empezando a echar de menos al negro del wasap. 

Vivimos en un momento donde no hay espacio para los matices. Y una, que se ha manejado siempre en la gama cromática de los grises topo, de los azules oscuro casi negros y de los rosas palo, no sabe cómo moverse entre rojos chillones, azules eléctricos y naranjas fosforitos; una rueda cromática ácida y agresiva encaminada a encandilarte echando mano de los instintos primarios, los mismos instintos que te provocan ganas de salir a la calle con una lata de gasolina en una mano y un mechero en la otra, endevé la mierda de la Sole. Y esos son, precisamente, los días en los que hay que hacer ejercicios espirituales de democracia, en los que hay que intentar distinguir tus propios pensamientos del ruido de fondo que se ha generado interesadamente, como cuando el crío te vuelve loca pidiéndote un móvil, y joer, mamá, y que el mío está hecho polvo, y que necesito otro nuevo, y que lo necesito ya, y una tiene que aguantar la brasa a la hora de desayunar, de comer y de cenar, que estos niños son incansables. Pues eso: que estamos en un período de política adolescente, regido por las pulsiones, el griterío y la inmediatez del resultado, y no por la reflexión, el equilibrio y el diálogo. Y que estoy hasta la peineta. Del pantojismo político, digo. Del conmigo o contra mí. De la polarización política y social. Y de que intenten embutirme en un vestido que no me gusta dos tallas más pequeño. A punto estoy de que me revienten las costuras. 



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