miércoles, 30 de enero de 2019

ORDEN

PUBLICADO EL MARTES 15 DE ENERO DE 2019 EN LA VERDAD
En estos tiempos de sobredosis informativa de tontunas, ya sabrán ustedes quién es Marie Kondo, esa japonesita de flequillo liso que, bajo su sonrisa permanente, oculta una sociópata empeñada en reducir tu vida a treinta libros, clasificarte los cubiertos por tamaños y colocarte las camisetas en vertical. Su obsesión por el orden y la limpieza es tal que es capaz de convertir un piso de estudiantes en la casa de dos hermanas solteronas. Será por eso por lo que la Kondo ve una fregona y se pone como una motoreta. Y no les digo nada si se encuentra con un roomba lamiéndole los pies, que estamos en horario protegido.  
Kondo es sádica por naturaleza: llega a tu casa, te hace acumular toda tu ropa encima de la cama y te obliga a guardar sólo lo que te hace feliz y a deshacerte del resto. Conmigo lo tendría fácil, porque yo no es que me quede con la ropa que me hace feliz, sino con la que me cabe. Eso sí, antes tienes que despedirte de todo lo que vas a tirar dándole las gracias: gracias, pantalones que me hacéis parecer un morcón; gracias, bragas con la goma dada de sí; gracias, sujetador que ya no me puedo cerrar porque se me ha puesto la espalda de un luchador de sumo. La Kondo despide con más consideración a una camiseta vieja que a un amante ocasional.
Yo voy a contratar a la Kondo, pero para que me ordene la cabeza. En el cajón de la derecha del armario, los recuerdos bonicos plegados en vertical y ordenados por años; en el de la izquierda, las esperanzas y las motivaciones metidas en cajitas; en el cubo de la basura orgánica, las angustias, los miedos y el insomnio. Y si es capaz de eso, ya subimos a la buhardilla. Porque desde aquí te lo digo, Marie Kondo: tú no tienes lo que hay que tener para venir a ordenarme la buhardilla. Que si Diógenes la ve, le da un parraque. Que esa sonrisa pérfida se te cae a ti de la cara según vayas subiendo las escaleras. Que hay que entrar a machete. Que unas Navidades subí a buscar los adornos del árbol y me dieron por desaparecida una semana. Y que no tiro yo mi caja de jamón de Joselito así te pongas como Godzilla, porque eso es lo que más feliz me ha hecho en el mundo. 


LA PSICÓPATA MARIE KONDO

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