miércoles, 17 de octubre de 2018

MINIMALISMO

PUBLICADO EL MARTES 16 DE OCTUBRE DE 2018 EN LA VERDAD
"A mí sólo se me pierde una vez", dice Aramís Fuster. Qué suerte: a mí me han perdido varias veces, y yo solita me he perdido aún más. Un día me perdí hasta en las escaleras de mi casa, algo que es triste, literal y humillantemente cierto. Y eso que mi casa no es tan grande como la de GH VIP, ese sitio con más hormonas sueltas que el campamento de verano de los incorregibles albóndigas. Tampoco es como la de Bertín que, por mucho que diga, su casa no es la nuestra; su casa es de sus colegas famosos, los que van allí a contar su vida mientras beben vinito blanco con fondo de canciones pop de los ochenta interpretadas a ritmo lipotímico por una vocalista lánguida, que así es mucho más fácil de digerir cualquier cosa, desde la conversación inane hasta lo que cocina Bertín. 
En la casa de Bertín cabemos usted, yo y toda la familia de Viva la gente. Es lo que tienen los ricos: mucho concepto abierto, muchos espacios desaprovechados y muchos metros cuadrados por habitante. Babeamos en nuestro sofá viejo viendo habitaciones en las que se puede montar un estadio olímpico y cocinas que podrían acoger a varias tribus amazónicas. Y sin enredos de por medio, que es lo que más envidia nos da: yo me hice una casa minimalista, limpia, de líneas rectas y muebles italianos, con la vana esperanza de poder deshacerme de un montón de cosas y de empezar de cero, pero no funcionó: al final, el asesino siempre vuelve al lugar del crimen y servidora siempre vuelve a los viejos hábitos, que van desde acumular libros y papeles hasta no tirar ropa de la talla 38 por si alguna vez quepo de nuevo, algo tan improbable como que Falete pase por el ojo de una aguja o por la puerta de Imaginarium. Por eso, cuando va a llegar una visita, lo guardo todo a presión en los armarios, y rezo para que a nadie le de por cotillear el romi y le salte un peine al ojo. Lo cierto es que el minimalismo, ese movimiento falaz inventado por interioristas sin hijos, sólo me dura el tiempo que tarda en irse la visita; después, todo vuelve a ser zona de guerra. Tanto que, si miro debajo de los cojines del sofá, lo mismo me encuentro a Aramís Fuster. Perdida otra vez. 

1 comentario:

Hong Kong Blues dijo...

Querida señora Palo, comparto su experiencia: en mi caso el minipiso sólo resulta medio minimalista cuando viene de visita Lady Laca. El resto del tiempo es, básicamente, un almacén - vestidor - librería.
Tendré que invocar la magia de Aramís para ganar la lotería y cambiarme a un pisazo.
¡Besos!