Por muchas vueltas que le doy a la
cabeza, no recuerdo cómo vivía antes de que surgiera Instagram. Cómo solventaba
esa necesidad, que hoy es imperiosa y que hace cinco años ni siquiera sentía, de
decirle al mundo entero lo que viajo para hacerme la vivida, lo que leo para
hacerme la lista, lo que como para hacerme la gorda; cómo soportaba la realidad
sin verla a través de un buen encuadre, sin desenfocar las aristas de lo
cotidiano con un buen filtro. No entiendo cómo podía vivir antes sin hacer
fotos de mis columnas en el chiringuito.
En Instagram hay tantas cuentas como
tontos del haba estamos en el mundo: de gatitos enfadados, de cosas que parecen pichas, de adolescentes
empeñadas en emular a Loulou de la Falaise sin saber quién es Loulou de la
Falaise, de mascotas con camiseta y gorro (mucho toro de la Vega y mucho toro
embolao, pero de la humillación animal instagrámica no se habla), de niños con
cara de malotes, de David Bustamante con gafas de sol, de señores abandonados a su suerte en la puerta de alguna
tienda mientras sus santas van de compras y de artistas que se hacen
selfies sin maquillaje, algo que yo haría ni con una orden judicial. Otras, en
cambio, se enfadan porque las retocan más de la cuenta: Inma Cuesta se ha
mosqueado porque una publicación la ha photoshopeado tanto en una portada que
casi no se reconoce. Ella puede; yo denunciaría que publicaran una foto mía sin
manipular.
En cambio, a Neville Jacobs, el perro
de Marc Jacobs, no le hace falta denunciar a nadie porque ya le hacen fotos
para su Instagram los mejores fotógrafos del mundo. El bicho vive a tutiplén, que
no hay nada como ser perro de un diseñador famoso. O novio, que lo mismo tiene:
casi tan bien como el chucho de Jacobs vivía Pelayo Díaz mientras le duró el
amor con Nicolas Ghesquière, curiosamente sucesor de Jacobs como director
creativo de Louis Vuitton, que este trajín de novios y curros parece la
pandilla de Lara Dibildos en los noventa. Pero tras romp érsele el amor de
tanto usarlo, Pelayo ha pasado de subir fotos bañándose en la piscina del
Chateau Marmont a publicar instantáneas del plató de Tele 5 con Marta Torné. Y
eso no hay filtro que lo dulcifique ni Instagram que lo remedie.
Loulou de la Falaise. Charm y chic.
1 comentario:
A mí las fotos de instagram que más me gustan de Pelayo son las de publicidad de unos cereales. Son tan inverosímiles que causan risa. La animo a que contemple detenidamente una en que sostiene un bol "tras una caminata con su madre por Asturias".
Por cierto, qué fuerte que esta semana compartamos tema.
¡BESOS!
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