PUBLICADO EN LA VERDAD EL 16 DE JUNIO DE 2015
Los columnistas invocamos últimamente el
espíritu de Julio Camba y el de Francisco Umbral tanto como los madridistas el
de Juanito. Y, en semanas como ésta, más aún, porque nadie retrató a Preysler
mejor que Umbral. Cuando se casó con Boyer y se retiró del faranduleo, Umbral escribió:
“Por lo que tiene de heroína de Balzac, de Stendhal, nunca de Flaubert, un poco
de Marcel Proust -¿Odette?-, nos decepciona literariamente su actual felicidad
de gente bien, de señora formal, de dama estable”. Pero, después de que su felicidad
de señora formal acabara abruptamente tras la muerte de Miguel Boyer, Preysler
ha vuelto a ser la heroína de una revista por entregas, demostrando una vez más
que tiene rostro de cariátide pero alma (y cuerpo, ¡maldita sea!) de
adolescente, que el bótox le ha helado el gesto pero no el sentimiento, y que
su corazón palpita como una patata frita. Tras la grisura de las elecciones y los
pactos, al fin un rayo de luz.
Isabel, dispuesta a recuperar su sitio
mediático entre Adas, Manuelas y Susanas, ha plantado sus reales y se ha liado con
Vargas Llosa. Y como Mario no estaba encima del armario sino dentro, separado
sin separar, Preysler lo ha sacado a patadas del clóset, que dicen los finos: si
la tía Julia, la primera mujer del peruano, escribió “Lo que Varguitas no dijo”,
Patricia, la esposa que no sabía que era ex, podría escribir la segunda parte. De
momento, se ha estrenado en el relato breve enviando un comunicado en el que afirma que ella y sus hijos están
sorprendidos y muy apenados por las fotos aparecidas en una revista del
corazón, ya que hace apenas una semana estuvieron celebrando su 50 aniversario de bodas. Las bodas han
sido de oro, sí, pero del que cagó el moro.
Desgrasada en carnes, descumplida
en años y enamorada de nuevo, Isabel ha subido otro escalón en la cadena
alimentaria (los mismos que su amiga Carmen Martínez-Bordiú va descendiendo):
primero un cantante, después un marqués, a continuación un ministro y, para
rematar, un Premio Nobel. Sólo le falta alguien de la curia romana para haber
pasado por todos los estamentos superiores. Y me da que, como se encuentre con monseñor Gänswein, el guapísimo, divino y humano secretario
de Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontificia, tarda dos segundos el
arzobispo en colgar su hábito de Prada. Que Dios te bendiga, Isabel.
Los Vargas Preysler ya han bendecido su unión por el rito holístico
2 comentarios:
Porque no pasará, pero si un día Isabel escribiera unas memorias sin censuras y con muchas fotografías sería el mejor retrato de cierta España reciente.
¡Besos!
Las suyas y las de Pantoja: la historia de un lado y de otro (la España del charme y la España de la pandereta), cada una contada por una Isabel. Mejor que Ian Gibson y todos los hispanistas británicos ;)
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