PUBLICADO EL 26 DE FEBRERO DE 2013
Hay que ser feliz. Es casi un imperativo legal
o, más bien, editorial: eche un vistazo en cualquier librería (si es que queda
alguna) y comprobará que hay recetas para todo. Pero cuando se compre el libro
hágase también con un látigo, que lo necesitará para flagelarse al ver que
usted tiene la culpa de que su vida sea un cagarro por no ser emprendedor, por
no salir a la calle todos los días con una sonrisa, por no transformar una
crisis en una oportunidad, por no aprender de sus errores y por dejar que otros
se coman su queso. Usted es culpable de no ser feliz. Y si tras leer el libro
sigue sin serlo es que, además, es usted tonto perdío.
Aquí los únicos listos son los que convierten
la autoayuda en un negocio, incluso cuando son pacientes: la mismísima Sarah
Ferguson, caída en desgracia tras reconocer que había aceptado sobornos para
conseguir citas con el príncipe Andrés, ha recurrido a un gurú televisivo. Eso
sí, lo ha dejado grabado y bien grabado en la serie “Buscando a Sarah
Ferguson”, que no es incompatible sanear las cuentas mientras se busca la
felicidad. “Dentro de poco Urdangarín hará uno”, dice mi santo. Sí, en cuanto
se lo proponga la productora de Ana Rosa, que ya veo a Iñaki, lloroso,
contándole a Bernabé Tierno lo difícil que es ser marido de una infanta.
Marichalar, en cambio, no creo que haga
ninguno, que Marichalar es más de los míos, de superar las depresiones quemando
la tarjeta en las rebajas, que cada uno tiene su gurú y el nuestro es Karl
Lagerfeld. Y si eso tampoco funciona, echo mano del pensamiento del maestro
Yoda, pero me acuerdo de Jordi Pujol y me entra la risa, que ya leo con acento
catalán lo de “Cuando el camino inseguro es, mejor esperar debemos”. Aunque,
como dice Wyoming, “Jordi Pujol no se parece a Yoda sino a
Darth Vader. Todo el dinero de sus hijos procede del lado oscuro”. Y es que los mejores libros de autoayuda son los de contabilidad: miren a
Bárcenas, que ha escrito un bestseller y le ha dado hasta para irse a esquiar a
Canadá. Por eso, en vez de comprarme “El monje que vendió su Ferrari”, voy a
esperar a que el ex de Ana Mato escriba “El político que se compró un Jaguar”.
Ése sí que me lo leo.
3 comentarios:
Ay, cuando parecía que ser feliz era fácil y dependía de tus circunstancias... ¡ahora es cuestión de voluntad!
Yo ya me estoy poniendo a ello. Lo que pasa es que cada vez la cosa es más complicada. No por la situación española. Sino porque ahora, según me han dicho, lo suyo son las técnicas hawaianas de nombre impronunciable: Ho'oponopono.
Chica, cualquier día yo vuelvo a la cerveza con amigos y listos.
¡Besos!
Pues si lo que molan son las técnicas hawaianas, me voy con Bob Esponja a Fondo de Bikini a calamardear un rato. Véngase conmigo, jefe!
jajajaja... lo del dinero del lado oscuro me ha parecido genial. A mi la autoayuda que me la envían por sobre, por favor, a Suiza.
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