PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 5 DE ENERO DE 2016
Una ya no se puede ni retirar a
los cuarteles de invierno. Básicamente porque no hay invierno. El caloret llegó
para quedarse, que lo de Rita Barberá no era un discurso, era una maldición: puso
tres velas negras y las bufandas y los guantes se quedaron metidos en un cajón,
las calefacciones nunca llegaron a encenderse y las redes se llenaron de fotos
de gente en la playa. Cuando veo un muñeco de nieve hecho de arena siento una perturbación
en la Fuerza y un dolor en el estómago. El dolor también puede ser por todo lo que
me he zampado estas Navidades, que estoy a dos cordiales de que me dé un
terelulismo: “Me siento vieja, fea y gorda”, dice Campos Jr. Ella se siente, yo
lo estoy. Objetivamente, que el algodón no engaña y el peso tampoco. Y la
desgracia es que, con esta temperatura, ya no te puedes poner una buena capa
que todo lo tapa. Ni meterte corriendo en un bar para tomarte un chocolate
caliente, ni colocarte calcetines para
dormir, ni abrazar a tu hijo para que entre en calor mientras le das besos en
una nariz pequeña y congelada. Todos esos momentos se han perdido como lágrimas
en la sopa. O en el gazpacho, que apetece más. Tan poquísimo frío hace este año
que, en televisión, se han visto obligados a dar las campanadas en porretas. El
frío se ha quedado para los ricos de toda la vida, para los que pueden irse a
Gstaad a pagar los grados bajo cero a precio de caviar iraní. El resto nos
conformamos con un sucedáneo del invierno. Y del caviar.
“En las profundidades del
invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible”,
escribía Camus. Pero si no hay invierno en el que refugiarse no habrá verano
que descubrir. Y si la culpa no es de Rita Barberá es de la CUP, que seguro que
votaron por la independencia climática y se les fue la mano. También dijo Camus
que amaba demasiado a su país como para ser nacionalista. Ellos lo aman tanto
que están dispuestos a que haya elecciones otra vez. Lo único bueno de que
repitan los comicios es que Miquel Iceta volverá a bailar. Y que, si esto es el
eterno retorno de lo mismo, en unos días estaremos diciendo lo de que cuando el
grajo vuela bajo hace un frío del carajo. O eso espero.
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