PUBLICADO EL MARTES 18 DE FEBRERO EN LA VERDAD
Qué pocas ganas de volver. No, pocas no,
ningunas. Te plantas en Las Negras, te tomas la primera caña y te olvidas del
reloj, de la hipoteca, del curro, de los críos. Música, sol y mar, y a vivir
dentro de un anuncio de cervezas durante dos días. Y siempre hay alguien que
dice “Lo dejaba todo y me venía aquí a poner un chiringuito”. Eso si no llega
Chicote y te lo jode, claro, que cómo vas a servir las tapas en esos platos de
Duralex, que eres más guarro que la Potitos, que esto no es gastronomía, es
balística, y que cambies la tabla de cortar, tío marrano, que esa es la misma
sobre la que cayó la cabeza de Robespierre. Y te estresas otra vez.
Pero mientras te localiza Chicote y descubre
la mierda que tienes en la cocina, puedes vivir de asar sardinas o de la bondad
de los extraños, que ya me contarán cómo se lo montan los que vagan por la
playa sin oficio ni beneficio aparente, con una guitarra en una mano y un
canuto en otra. Son los que desenchufaron para siempre, los que convirtieron
una escapada de fin de semana en una vida entera. Son los que te cuentan que
han viajado por medio mundo, que tienen hijos a los que hace años que no ven,
que se han sacado unas perras como extras en una película rodada en Almería, que
viven en una cueva. Buen rollo, hermano. Por eso sólo en Las Negras uno puede
acabar en lo alto de un cerro asistiendo a una ceremonia etílico-mágica oficiada
por un chamán que canta bluegrass y al que le faltan más dientes que al Cuñao. Y
no cuento más porque lo que pasa en Las Negras se queda en Las Negras.
Vuelvo a casa (sin ganas, repito) para sufrir
las crueles ataduras de mi vida burguesa. Pero lo cierto es que se está mejor
tendida en el sofá, calentica y viendo una peli que clavándote guijarros en los
pies descalzos. Que no termino yo de verme con unos pantalones cagaos, llamando
a mi hijo Orión y sin un escaparate que echarme al ojo. Y dice mi santo que si no
puede colocar la antena de Canal Plus en la cueva, que pasa, que está la Champions
al rojo vivo. Paz y amor, hermanos.
1 comentario:
La entiendo perfectamente. Somos carne de ciudad con ligero aderezo de mar y montaña.
Quizá por ello deberíamos escaparnos a Cannes o Niza, que lo aúna todo. O mejor, véngase unos días a Barcelona. Yo la llevaré del escaparate al chiringuito y vuelta a empezar.
Ya me contará lo del Chamán en privado, que promete.
¡Besos!
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