PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 17 DE JUNIO DE 2014
La que avisa no es traidora: si vuelvo a oír declaraciones de una guapa
oficial diciendo que su secreto de belleza está en beber mucha agua, dormir 8
horas y llevar una alimentación sana, entro en la próxima Pasarela Cibeles con
un look guerrillero-chic y un Kalashnikov, y me lío a tiros. Con todas menos
con Caritina Goyanes, claro, que es la única que reconoce que lo ha intentado
todo para adelgazar, y nada, que si quieres arroz, Caritina. Que ya está bien
de intentar convencernos de lo imposible, monas. Que por mucha agua que beba,
no reduzco molla ni aunque sea agüita milagrosa del manantial de Lourdes. Que,
aunque duerma del tirón porque me he echado dos Orfidales al coleto, me levanto
con peor cara que el feo de los Calatrava después de una noche de juerga en el Florida
Park. Y que, por mucho que me alimente tan equilibradamente como Nadia Comaneci,
no puedo volver a tener un cuerpo que nunca tuve.
Las mujeres de verdad no sólo tienen curvas, también tienen ojeras porque
los críos dan malas noches, y barriga porque no consiguen sacar un hueco para
ir al gimnasio, y pelos en las pantorrillas porque no les da tiempo a pasarse
la Epilady, y un sentimiento eterno de culpabilidad cada vez que se comen un
trozo de tarta de cumpleaños. Y, por eso, además de acumular más líquidos que
la presa de Asuán, también vamos acumulando rencor. Y no me vengan con chuminás
de que tengo que quererme a mí misma y aceptarme como soy. ¿Cómo me voy a
querer cuando llevan toda la vida metiéndome por los ojos que tengo que ser más
joven, más guapa, más delgada? Si con trece años sabía más de dietas que del
descubrimiento de América y era capaz de distinguir la celulitis edematosa de
la compacta de un vistazo, ahora no pretendan desprogramarme colgando frases para
subir mi autoestima en el muro del Facebook ni haciendo anuncios sobre la
supuesta belleza real.
Así que será por el rencor almacenado, por la programación mental o
porque soy más mala que el baladre, pero cuando detecto un atisbo de flacidez en
los muslos de alguna guapa fotografiada a traición en una playa de Ibiza, siento
alegría. Mezquina, muy mezquina, pero alegría al fin y al cabo. “La belleza,
como el dolor, hace sufrir”, decía Thomas Mann. Pues no les digo no tenerla.
2 comentarios:
Amén
Y eso que usted sí que tiene todos los secretos de belleza del mundo, que está GUAPO, GUAPO, GUAPO!
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