PUBLICADO EL 20 DE NOVIEMBRE DE 2012 EN LA VERDAD
Yo ya no voy de compras, voy de escaparates.
Me echo cinco euros al bolsillo y a darle al ojo y al tacón, y las tarjetas me
las dejo en casa, que ya se sabe que las carga el diablo para vestirse de
Prada. Se acabaron aquellos tiempos en los que entraba a una tienda carísima,
donde las dependientas me atendían con cara de estreñimiento crónico y me
llevaba lo que fuera sólo por darles en los morros; ahora no me gasto ni un
duro en ropa, me apaño los vestidos de cuando estaba embarazada con un cinturón
y me hago un drapeado que ni Fortuny. Tampoco gasto nada en cremas: con el
rollo de que no compro nada sin probarlo antes porque soy alérgica, me hincho a
coger muestras. Y he descubierto una perfumería de marca blanca baratísima
donde puedo comprar “Opimúm”, “Carlin Klevin” y “Jean Gaul Clásico” por litros.
Sí, parece que los nombres los haya puesto un disléxico, y sí, los perfumes son
más falsos que el flequillo del Dioni, pero da lo mismo, porque ahora todo es falso, falsísimo: los bolsos son de imitación, las
tetas de silicona y las uñas de porcelana. Hasta la vida que hemos llevado era
falsa, una falsa vida de clase media con aspiraciones cuando, en realidad,
estábamos a tres recibos sin pagar de la clase baja.
Así que se acabó el pastel y se nos ha visto
el plumero. Unos impostores con todas las letras es lo que somos, unos
farsantes, unos fanfarrones que nos hemos gastado los cuartos sin ton ni son.
Nuestra vida falsa olía a Hugo Boss; nuestra vida auténtica huele a Bugo Hoss.
Menos mal que han venido tecnócratas y políticos a ponernos en nuestro sitio, a
quitarnos la careta, a que no nos olvidemos de quienes somos y volvamos al
lugar del que nunca debimos salir, que siempre ha habido clases y la miel no está
hecha para la boca del asno. Y yo ahora soy mucho más feliz haciendo una
comparativa entre precios de congelados en una hoja de cálculo que comprando en
la pescadería de El Corte Inglés, dónde va a parar, que al fin soy consciente
del valor de las cosas. Eso sí, mi hijo me ha dicho que el fletán me lo coma
yo, que él quiere lenguado. No sé a quién le habrá salido este crío tan
caprichoso.
6 comentarios:
¿Dónde han ido a parar los niños que se pirraban por los San Jacobos?
..."en realidad estábamos a tres recibos sin pagar de la clase baja". Me quedo con la frase. Es triste, pero redonda. Muy buena.
Carmona, esos niños viven en Paracuellos del Jarama, en casa de una tal Esteban.
Gracias, Fascinum. Le regalo la frase, no sé pa qué la querrá, pero se la regalo.
Gracias. Le daré buen uso, entre el "Era una lúgubre noche de noviembre..." de Mary Shelley, y el "Al alba, y con fuerte viento de levante.." de Frenetico Trigo. Perdón, Federerico Frigórico Fragílico Funámbulo Fenecido... joder. Da igual, de ése.
Por Dios alguien sabe cómo quitar el autocorrector del iphone???
Recuerdo a mi profesor de medicina, él siempre decía: "cariños, TODO es plástico". ¡Cuánta razón!
Le faltó decir: made in China, que aquí sólo producimos ladrillos (y otras cosas que obviaré, jaja).
Yo alterno épocas de abstinencia con otras de glotonería consumista. Y tan ricamente. Igual que nos engañamos con la dieta, yo con mi autoconcepto de clase.
Viva la gente como usted, que puede mirar las cosas de frente. Y que encima reaprovecha la ropa (por cierto, yo estoy poniéndole cuellos a todo y es un mundo fascinante).
La adoro.
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