miércoles, 25 de febrero de 2015

Gran Cuñao


Publicado en La Verdad el martes 24 de febrero de 2015

El Facebook es el “¡HOLA!” de los pobres: si Tita Cervera sale navegando en el “Mata Mua” por aguas corsas a doble página, tú apareces en la chalupa de tu primo dándote una vuelta por el Mar Menor, si Norma Duval hace un posado en Tagomago enseñando cacha, tú sales con el pareo en modo burka fotografiándote en Los Nietos, y si la Presyler se exhibe con sus retoñas en la cena de Porcelanosa, tú subes la foto de la mesa de Nochebuena, que para un día que sacas la vajilla buena, hay que inmortalizarlo. Mostramos en las redes nuestros pequeños lujos, con la vana esperanza de que nuestra vida real se acabe pareciendo a la virtual.

Pues se acabó. Olvídense de colocar fotos presumiendo de su último viaje o vacilando de la pijá a marisco que se metieron en una cetárea de Ferrol: la Agencia Tributaria analizará las redes sociales buscando signos externos de riqueza que no se correspondan con la renta del usuario. Y no sólo cotillearán el Facebook, sino también las revistas del corazón, que han pasado de ojear el “Semana” escondiéndolo entre las páginas salmón a desplegarlo encima de la mesa del despacho, rodeando las fotos con rotulador indeleble y preguntándose de dónde sacan pa tanto como destacan. Que se lo digan a Jorge Lorenzo, si no, que le cayó una inspección como una casa después de enseñar su ídem.

Hemos pasado del Gran Hermano al Gran Cuñao, al porterismo hecho ley. Las revistas dejarán de ser un mundo aspiracional para convertirse en el catálogo del Lidl: Pitita Ridruejo se tapará las perlas con un pañuelo palestino, Tita Cervera esquiará en el Madrid Xanadú en lugar de en Gstaad y Preysler ofrecerá cenas a base de mediasnoches de jamón york, sandwiches de Nocilla, michirones y Fanta de Naranja. Se terminó lo de enseñar casoplones, yates, cochazos y joyas, lo de reservar un hotel entero para una boda y lo de lavar
el pelo rubio de los niños con champagne, que aconsejaba Diana Vreeland. El lujo será íntimo o no será. Y nosotros, pobres, dejaremos de embellecer nuestra vida pasándola por el filtro del Instagram y volveremos a hacernos fotos de los pies, que son las menos comprometidas. Siempre que no lleves la pedicura hecha, claro, que apareces con las uñas pintadas de rojo intenso y ya está Montoro enviándote una solicitud de amistad.  

lunes, 23 de febrero de 2015

LISTAS Y TONTAS


Nos gusta una lista más que comer con los dedos. La de las mejor vestidas, la de las películas de la década, las de los libros más vendidos, la de los mejores restaurantes, la de las tonadilleras más pelúas. Y, ahora, la Falciani. Y todo el mundo echándose las manos a la cabeza, como si fuera una sorpresa los nombres que aparecen en ella. Y todo el mundo mosqueado por el trato de favor que se les dispensó para que regularan su situación con Hacienda, como si la vida no fuera un continuo trato de favor para ellos. Así que tranquilos, que no hay nada nuevo bajo el sol: sólo un grupo de ricos riquísimos que quieren serlo aún más, pasándose por el forro el país del que se llenan la boca. Lo de siempre. Además, queda mucho camino por recorrer y mucho sinvergüenza por pillar, porque en la lista sólo consta un 0,001% de todo el dinero opaco que se mueve en el mundo. ¿Dinero opaco? Mi dinero es tan transparente que ni se ve.
No aparezco en la lista Falciani, ni en la lista de las columnistas más leídas, ni siquiera en la lista de las más elegantes junto a la cursi de Paloma Cuevas, la minsa de Nieves Álvarez, la sonsa de Genoveva Casanova, la incorruptible de Isabel Preysler y la loca del coño de Naty Abascal. 

VAROUFUCKER


“Escribe sobre Grecia”, me dicen. Ya ven, el mundo está lleno de jefes irresponsables que encargan textos a columnistas ineptos, porque servidora lo único que es capaz de escribir acerca de Grecia es la receta de la moussaka. Eso sí, hay un griego sobre el que podría componer hasta un poema cosmogónico: Yanis Varoufakis. O Varoufucker.
Pensábamos que el guapín del gobierno griego era Alexis Tsipras, ese Clooney de provincias con entrecejo, hasta que llegó Varoufakis y se lo comió por los pies, aceitunas de Kalamata incluidas. Varoufakis es el chulo que castiga, el empotrador sin corbata, el profesor de universidad que se quita a las estudiantas de encima (o no), el macho alfa, el puto amo: Varoufakis puede llevarte en brazos cruzando el Peloponeso mientras te recita a Dylan Thomas en perfecto inglés, se bebe una botella de ouzo a morro y se caga en la madre que parió a la Troika. Varoufakis es el calvo que le va a hacer un ídem a Europa.
El tipo está tan bien plantao que podría darle boleto a Sylvester Stallone, esa señora mayor hormonada, y entrar a formar parte de Los Mercenarios 4. Lamentablemente, ese no es el caso de nuestros aspirantes con pretensiones: The Telegraph compara las pintas de Podemos con las de una banda de folk sueca (porque no han oído cantar a Monedero, que si no los compararían con Ismael y la Banda del Mirlitón). En cambio, en un periódico holandés describen el look de Varoufakis como modelo a imitar, y en The Guardian alaban su aspecto de personal normal y su descorbatamiento. Normal, a ver qué corbata encuentra para ese cuello de toro que Zeus le ha dado.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Ilustres ignorantes


Publicado en La Verdad el martes 17 de febrero de 2015

Decía La Rochefoucauld que hay tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse. Y mi abuela, que no leía a Rochefoucauld ni falta que le hacía, decía que a todos los tontos les da por lo mismo. Touché.

Strauss-Kahn ha declarado que él no tenía ni idea de que las chicas que iban a sus orgías eran prostitutas. Los clientes de la red de prostitución de menores desarticulada hace unas semanas en Murcia no eran conscientes de que algunas de las muchachas que contrataban no habían cumplido los dieciocho años. Berlusconi tampoco sabía que Ruby era menor de edad, ni que a las velinas que acudían a sus fiestas se les pagaba a cambio de sexo. Y así una larga lista de ilustres ignorantes convencidos de que las chicas jn ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽n con su experiencia ysu sabidur un tipo que podran porque hace una calor que pa qupor su fina estampa, cuerdo a Pajaróvenes, jovencísimas, se tiran a su bragueta por su fina estampa, que caen rendidas a sus pies ante su experiencia y sabiduría. Creen que a las zagalas les encanta ir a saraos donde las persigan los remedos de Pajares y Esteso más que a las discotecas, que se los trincan porque la ilusión de toda muchacha es zumbarse a un viejo baboso y barrigón, que se les ponen los ojos en blanco de forma natural cuando ven a un tipo calcao al padre de Jesulín de Ubrique, que les encanta frungir con gordos bañados en Varon Dandy, que no hay cosa que más les mole que un viejo en elástica sport y calcetines con el pinganillo asomando. Y si los calcetines se los ha regalado su santa por el Día del Padre, ya ni les cuento: le hacen hasta el helicóptero.

Pobres ilusos, pobres pavos preñaos henchidos de vanidad y arrogancia, pobres primos hermanos de Jaimito. Pobres. Son tan, tan tontos que no se percataban de la doble desigualdad, económica y generacional, que existe entre ellos y las chicas, ni de lo sórdido que es ni del asco que tiene que dar acostarse con alguien por dinero. Por eso lo mejor es tatuarles una “G” de gilipollas en el culo, para que no se les olvide que por lo único que las chavalas les echaban mano al paquete era para poder después echársela a la cartera. A ver si así, la próxima vez, se dan cuenta.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Desembrague a fondo


PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 10 DE FEBRERO DE 2015

Las desgracias nunca vienen solas, que vienen de tres en tres. Y si te llamas María Isabel Pantoja Martín, de veinte en veinte: ni Quintero, León y Quiroga puestos de anisete hasta las patillas podrían haber escrito una copla que recogiera todas las vicisitudes por las que ha pasado la tonadillera, que entre la viudedad temprana, las luchas intestinas, los hijos rarunos y los amores perros, hay material para componer un disco más largo que uno de Calamaro.

Para rematar el sainete, una reclusa le ha robado las bragas en el talego. Desembrague a fondo o el robobo de la jojoya, a elegir. Definitivamente, a Pantoja le ha cagao la moscarda, no sé si por culpa de la maldición que le lanzó Lola Flores cuando le levantó Paquirri a Lolita o por la que le lanzaron unas gitanas: “¡Olajai Callí!”, le dijeron, que eso es peor que desearte que te tragues un paraguas y se te abra en el estómago.

Pero si Pantoja tiene un panorama horroroso en la cárcel, aún lo tiene peor fuera: una deuda muchimillonaria con Hacienda, una demanda por no pagar la hipoteca de “Mi gitana” y un hijo que ha concursado en un programa acostado en un sofá como una ballena varada en la playa. Y mientras que el tito Agustín anda como loco comprándole bragas a su hermana en el mercadillo de los Gypsy Kings, la niña se las compra en “Agent Provocateur”, que para eso está en Londres convertida en inmigranta de lujo. No me extrañaría que Pantoja pidiera la prisión permanente revisable, pero para que la condenaran a perpetua. Es mejor estar en Alcalá de Guadaíra con el pantojo al aire que salir a la superficie y darse de bruces con una realidad más desestructurada que una tortilla de Ferrán Adrià.

Pero Pantoja es una superviviente. Pantoja saldrá del talego soberbia y altiva, con sus gafas de sol panorámicas y su pashmina; hará una exclusiva donde “desnude su alma para los lectores” y volverá a escena con un concierto en el Teatro Real cantando por Perales. Porque a Pantoja se le da bien parar, templar y mandar, que para eso ha estado casada con un torero. Y será capaz de convertir la tortilla desestructurada en un arroz con bacalao por el que los medios de comunicación paguen a millón el plato. Al tiempo. Pero recuerda, Isabel: hagas lo que hagas, ponte bragas. Si las encuentras. 

miércoles, 4 de febrero de 2015

Roma


PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 3 DE FEBRERO DE 2015

Si París bien vale una misa, Roma bien vale una amputación de miembros. De pies, para ser exactos, que a punto estuve de cortármelos con el cuchillo de la mantequilla del dolor que tenía. Pero a ver quién se resiste a pasear Roma, esa ciudad exuberante, excesiva, golosa, decadente, divina y humana.

En Roma uno se siente como en casa, sobre todo porque no hay forma de ir por la calle sin oír gritar en español: hordas de hispanos invadimos desde el Panteón de Agripa hasta la trattoria más recóndita, que si el marsala es el nuevo negro, los españoles somos los nuevos japoneses. La única diferencia es que los hijos del imperio del sol naciente van cargadicos de bolsas de Prada, Gucci y Armani, y los hijos del imperio del sol poniente hacen cola para traerse bolsos falsos o hacerle una foto a una niñita junto a la estatua de Anubis en los Museos Vaticanos mientras la abuela le dice “¿Has visto que perrito tan bonito? ¿Qué hace el perrito? ¡Guau, guau!”.

Pero tras sortear abuelas ladradoras, japoneses consumistas, adoquines mortales, modernos sin calcetines, coches asesinos y vendedores callejeros, empiezas a gozar la ciudad: si Truman Capote decía de Venecia que es como comerse de golpe una caja entera de bombones de licor, Roma es como devorar caviar a cucharadas. Y en Roma puedes disfrutar de un café con tres dedos de espuma, de una conversación con un taxista ultra de la Roma cagándose en la madre que parió a los fascistas de la Lazio, de un templo con una cruz sobre una monumental cornamenta de ciervo donde ningún romano se quiere casar para no salir por la puerta con los cuernos puestos, de iglesias repletas de turistas que miran al techo y escasas de fieles que miren al suelo, de helados gloriosos en el mes de enero, de la porchetta y del pecorino, de un stendhalazo en cada esquina y de vistas maravillosas en una ciudad repleta de vistas maravillosas: hay que tener los ojos de un camaleón (o los de Marty Feldman) para poder verlo todo al mismo tiempo, porque la bellezza, con dos zetas, te noquea, te aturde y te emborracha. Vivir un año en Roma debería ser un derecho fundamental, como llevar una vez en la vida un vestido de alta costura. Porque Roma es supercalifragilística y espialidosa.