lunes, 21 de marzo de 2011

Tuiterismo

El blog ha muerto. Así que si usted está leyendo estas líneas, sepa que es un necrófilo de cuidado, porque últimamente en un montón de artículos que hablan sobre twitter han declarado a los blogs (y, por ende, a los que tienen uno) como oficialmente demodé, cascaos y viejunos. Y la verdad, después de ver la pinta que tengo mientras escribo (me voy al gimnasio y no, no parezco Carmen Lomana cuando ensayaba en MQB, más bien parezco Isa P. cuando llega al aeropuerto tras cantar en Argentina -ella en chándal de Escada, a mí me patrocina Decathlon-) creo que empiezan a tener razón.

Así que me he hecho una cuenta en twitter, pero sólo para seguir los pasos de una persona que me interesa por motivos profesionales: no, lo siento, no lo puedo decir; tendría que matarles si les revelara su nombre. Pero ahí tengo la cuenta: muerta de la risa, porque ¿qué escribe uno en twitter? ¿les cuento mi agitadísima vida paso a paso? -les recuerdo que los Goya son una vez al año, por desgracia, que yo viviría en un cóctel permanente con Hugo Silva a un lado y Alberto Ammán al otro y tirándome por encima canapés de cebolla con manzana-. A ver, podría tuitear desde el Pilates:

@Ebaezan
tengo tantas agujetas en los abductores que parece que me he enrollao con La Masa

O en lugar de llamar pequeño filonazi a mi entrenador por lo bajini mientras expulso el aire ("¡pubis en la nariz!, ¡pubis en la nariz!, "¡cierra costillas!, ¡cierra costillas!" ¿qué se cree? ¿que trabajo en el Circo del Sol?), mandarle un tuit a @enanocabron. Desde la cama, mentarle la familia a John Connolly porque El poder de las tinieblas no me deja dormir. O puedo ponerles al tanto del estado de mi colon tuiteando con mi iPhone o mi iPad desde mi iWater. ¿Creen que la irritabilidad de mi colon se puede convertir en un trending topic?

Es decir, usted ya no puede estar cómodamente en su casa viendo Spartacus sin tuitear todo el rato acerca de lo buenos que están los gladiadores, ni tiene sentido que servidora bloguee sobre los Oscar dos días después porque medio planeta (incluída la abuela de James Franco) ya ha dado sus opiniones sobre la gala en tiempo real. Y si usted no sigue al tonto l'haba de Charlie Sheen, que llegó a los 4.812 seguidores en 60 segundos, pues eso, que no es nadie.

Ahora bien: mida sus palabras o miles de flechas envenenadas en forma de tuits caerán sobre usted. El que se lleva la palma es Bisbal: ¿recuerdan que en plena crisis egipcia escribió aquello de "Nunca se han visto las pirámides de Egipto tan poco transitadas, ojalá que pronto acabe la revuelta"? Pues los cachondos de la red se despepitan diciendo que ha escrito "Nunca se han visto olas tan grandes en Japón, ojalá pueda ir pronto a hacer surf en las playas de Fukushima", y sí, cada vez que David Bisbal tuitea, muere un gatito (leído en el Facebook de Mule). Entre eso, lo de Alex de la Iglesia con los tuiteros y la caída de una campaña de Vigalondo para El País porque se le ocurrió comentar "Ahora que tengo más de cincuenta mil followers y cuatro vinos en el cuerpo, podré decir mi mensaje: ¡El Holocausto fue un montaje!", está claro que el twitter tiene más peligro que un barbero con hipo, ¡jarrlll! Si John Galliano llega a tener twitter no lo despiden, lo fusilan al amanecer. Y el último: Eduardo Casanova (Fidel en Aída) dice en su twitter: "Tres minutos después de ver Vida Loca, ya puedo decir (con mucho respeto) ¡fracaso!”, a lo que contesta Miguel Ángel Muñoz en el suyo: “¿Con mucho respeto? Lo que te queda por aprender sobre el respeto a los compañeros”. Ya ven, el twitter es la vida misma: una zancadilla a lo Eva Harrington por aquí, un comentario hecho cuando vas pedo por allá, otro hecho sin ir pedo aunque parezca que lo vas... lo que antes se quedaba entre las cuatro paredes de un bar llega ahora a todo el mundo en un máximo de 140 caracteres.

Y claro: ¿se imaginan lo que se puede tuitear viendo cosas como Casadas con Miami? Además de que el tuiteo me impediría concentrarme en la profundidad estética del miamismo, probablemente no ganaría para demandas. Tengan en cuenta que a mí lo que me gustaría realmente es un crossover entre Casadas con Miami y CSI para que un asesino en serie matara a las cinco tipas, así que calculen. Veo mucho en el papel de psicópata a Víctor Sandoval, asesinándolas porque Nacho Polo se ha enrollado con todas, y a Nacho Polo gritando perseguido por Horatio Caine (por cierto, ¿para cuando un politono con el grito de Nacho Polo?). Pero siguiendo mi línea de incoherencia habitual, es más que probable que un día me despepite y empiece a tuitear como una Bisbal cualquiera. Al tiempo.

martes, 1 de marzo de 2011

Crónica de sofá

No, no fui a los Oscar. Después de asistir a los Goya lo más lógico es que ustedes piensen que estaba en pleno jet-lag tras volver de L.A. Pero yo ya estoy muy mayor para vuelos transoceánicos y, ante la posibilidad de que me diera una trombosis en una pierna tras pasar 10 horas encogida en un asiento (además, al vestido aún no le han podido quitar las manchas de morcilla con manzana), preferí quedarme en casa y ver el resumen de Canal + (sí, también estoy mayor para estar todo el domingo por la noche en vela). Así que aquí va una crónica de sofá, negritas y cigarrillos.

That's the difference. ¿Cuál es la diferencia entre una mujer y una estrella? Que las mujeres sudan y las estrellas no: la danesa Susanne Bier, directora de In a better world subió a recoger su Oscar con unas manchas sobaqueras que ni Camacho en el Mundial de Corea. Pobretica: cada vez que se siente a ver el video en su sofá hecho con piezas de Lego se arrepentirá de no haberse puesto botox en las axilas.

A partir de una cierta edad, hay que ponerse una manguita. El famoso consejo de mi madrina llegó a oídos de Melissa Leo, Oscar a la Mejor Actriz de Reparto por The fighter, que afortunadamente llevaba una manguita para tapar La Molla. Y digo afortunadamente porque cuando le pidió a Kirk Douglas que le pellizcara, Mr. Douglas levantó al menos 3 cm de piel pellejúa del brazo de Leo. Sólo por darse cuenta de que si recogía el Oscar con un palabra de honor recordaría el vaivén de La Molla toda su vida, ya merece el premio.

Ellas envejecen (se operan) mejor. Y si no que se lo digan al citado Kirk Douglas (que da miedo) y a Warren Beatty (que da pavor). Las famosas yemas de los dedos de Beatty en las que Woody Allen quería reencarnarse deben de estar tan arrugadas que Grissom se tiene que volver loco cuando intente meter sus huellas dactilares en la base de datos.

Uoh uoh, las chonis, uoh uoh... No seré yo quien critique a Penélope Cruz por aparecer en los Oscar recién parida (imagínense, medio mundo examinándote para ver si estás hecha una vacaburra, si has recuperado el tipo, si aprovecharon la epidural para hacerte una liposucción....), pero para mí que iba pelín ordinaria (ah, pues sí que la critico, sí), al igual que Scarlett Johanson y Jennifer Lawrence, con el bañador de Pamela Anderson en versión extra-large. Si una es tan, tan guapa ¿para qué resaltar lo evidente? Claro que es una valoración meramente femenina; ante mi comentario de que Pe llevaba un look de poligonera puesta en cumplir, mi marido soltó un expresivo: "¡¡¡Qué va, qué dices!!!"

La veteranía es un grado. Afortunadamente nadie llegó al nivel de Karra Elejalde en los Goya; los mejores agradecimientos vinieron del más que veterano guionista de El discurso del rey, primer Oscar para su primera nominación ("Mi padre siempre dijo que tardaría en tener éxito") y de Randy Newman, dos Oscar y 20 ¡20! nominaciones ("En la comida de los nominados ya debería existir un plato llamado "pollo a lo Randy Newman"). El resto, lo de siempre: familia, amigos, representantes y productores, aunque la más agradecida fue Natalie Portman, que se acordó de cámaras, maquilladores, peluqueros... esta sí que sabe que a los que mejor que hay que tratar en un rodaje es a los que van a conseguir que aparezcas guapísima.

Y hablando de Natalie. Adoro a la Portman desde que la vi en León. El profesional. Ni el peinado ni el traje de Rodarte sacaban todo el partido posible a la belleza serena de la Portman, que diría ¡HOLA! Y, citando a Pumares (rescatado para Sálvame) "¿cómo puede una quedarse preñada ¡¡¡¡de su coreógrafo!!!!?"

Anne Hathaway. Ya saben que en casa consideramos Princesa por sorpresa (1 y 2) como una de las obras cumbres de ese subgénero norteamericano llamado "realezas centroeuropeas inventadas", y que idolatramos tanto a la Hathaway como a su enorme boca, así que un 10 para las dos. Estupenda la intervención de su madre el principio de la gala: "Anne, endereza tu espalda, que está ahí el señor Spielberg".

Christian Bale as Bárbara Rey en el Interviú del 75.
Christian Bale, Oscar al Mejor Actor de Reparto por The fighter, todo de negro negrísimo, incluido el pelo, menos su barba pelirroja. En el aire dejo la pregunta.

Entourage. Viendo cómo las estrellas agradecen su premio a sus agentes no puedo evitar acordarme de El séquito (Entourage) todo el rato, el retrato más descarnado y machista de Hollywood que uno pueda imaginarse. Y lo que más me gusta de los actores norteamericanos es que, a pesar de lo melindres que son para unas cosas, no tienen reparos en reírse de ellos mismos: Aaron Sorkin, ganador del Oscar al Mejor Guión Adaptado por La red social y padre de las mejores series de televisión de la historia (El Ala Oeste de la Casa Blanca y Studio 60 on the Sunset Strip) es una aparición frecuente en la serie, al igual que Bob Saget y John Stamos, de Padres forzosos (¿recuerdan cuando las gemelas Olsen aún no tenían pinta de entrar en "Proyecto Hombre" fin de semana sí, fin de semana también?), que aparecen como dos estúpidos integrales, Michael Madsen, en una clínica de rehabilitación (como la vida misma), Scorsese, Gus Van Sant, Matt Damon... vamos, más cameos que en Torrente 4.

Colin, oh, Colin. Cuando vi a Colin Firth en Valmont, mi admiración por el también recién descubierto John Malcovich quedó reducida a cenizas. Y a pesar de que hay que estar muy, pero que muy orgullosos de la nominación a Bardem por un papel en español, en el fondo de mi corazón quería el Oscar para Colin Firth. Será por la influencia de Enyd Blyton y las galletas de jengibre, pero mi querencia por los británicos es visceral: Jude Law, Ewan Macgregor, Jeremy Irons... los australianos son más de aquí te pillo, aquí te mato (a ver si me mata un día Hugh Jackman), y los americanos... bueno, los americanos son eso, americanos. Pero donde esté Mr. Firth con su smoking de Tom Ford... hasta su mujer le hace juego, una italiana con un estilazo que pa qué.

Hooper, Tom. No sólo gana un Oscar antes de cumplir los 40, sino que anteriormente había dirigido la estupenda The Damned United, protagonizada por Michael Sheen, que se ha especializado en interpretar a Tony Blair (véase The Queen o Una relación especial), y la sexta temporada de Principal Sospechoso, la serie de Helen Mirren que no me canso de recomendar. Y eso lo explica todo.

La lista. En serio ¿para qué quieren que haga una lista de las mejor y las peor vestidas? Desde mi experiencia como asistenta (a entregas de premios, claro) les digo que es dificilísimo saber qué ponerse en una noche así, por lo que entiendo perfectamente las preocupaciones de mis compañeras. Maravillosos los modelazos que la Hathaway lució en la gala: entró con dos Valentino, el que llevaba puesto y el que llevaba colgado del brazo, y a continuación y por orden, Givenchy, Lanvin, Versace, Oscar de la Renta, Viviene Westwood, Armani Privé y Tom Ford (el sueño de Jorge Javier Vázquez hecho realidad, que quería presentar Sorpresa, Sorpresa para poder cambiar de vestuario tantas veces como la Gemio). Y el mejor, el fantástico y polémico Givenchy de Cate Blanchett.

Pues se acabó lo que se daba. Y les aviso: estoy estudiando inglés, a ver si mejoro ese peculiar acento que tengo entre Pedro Almodóvar y Chiquito de la Calzada (mi profesora dice que le suena a tejano, yo creo que es que no ha oído a Chiquito decir "A güán, a peich, agromenáuer"). Por si los Oscar.