viernes, 30 de julio de 2010

Bisuta

Las joyas de la corona son, de momento, más del estilo de las que llevaba la mujer de Farruquito en su boda que de la tiara prusiana que lucía Letizia en la suya. Les confieso una cosa: me aburrí. ¿Por qué? Porque Tele 5 lleva 12 años haciendo el mejor casting posible para este programa a través de Gran Hermano, por lo que comer con la boca abierta y rascarse los mismísimos con la mano derecha mientras te haces el moco con la izquierda lo hemos visto en infinidad de ocasiones. Que no sepan lo que es el decoro ("la ordenación de los adornos de la casa", dijo el uno, "no, las cosas que te pones encima", dijo la otra), que quieran ir a comprar "a la Chanel y a la Dior" o que no conozcan el nombre de pila de Mª Dolores de Cospedal lo veo ya hasta normal después de años de yoyas, peleas, edredoning y patadas al diccionario.

Servidora esperaba auténtico macarrismo poligonero, del bueno, del que saldría de un hijo nacido entre Bea la legionaria y Paquirrín, pero todo se quedó en lugares comunes: morirse después de ver Ibiza (¡¿?!) o mientras conduces un Ferrari (si yo fuera Pere Navarro anotaba el nombre del pollo y le impedía acercarse siquiera al concesionario), tatuajes ("ya verá cuando esa estrella que lleva tatuada en el hombro se convierta en una medusa con los años", le dijo a una concursanta Nacho Montes), piercings y mucho pelo de la dehesa. En fin, nada nuevo bajo el sol: son el fruto de 12 ediciones de un GH convertido en referente estético y moral. Aunque que se den cuenta de que hay que dejar de reivindicar el eructo como signo de autenticidad me hace no perder la esperanza en el ser humano.

Pero ¿para qué quieren estos muchachos las clases de buenos modales? ¿Para darle la mano a la dependienta del Berska? ¿Para comerse con cuchillo y tenedor una Burguer Cangreburguer? (si Calamardo les deja entrar, claro, que mi Calamardi es muy suyo). ¿Para hacer una exégesis del último discurso de Zapatero mientras bailan reggaeton? Menos mal que el profesor José Liberto López de la Franca, jefe de la Casa de Su Alteza Real el Infante de España don Leandro Alfonso de Borbón (doble ¡¡¿¿??!!), les ha enseñado a hacer una reverencia delante de los Reyes, porque es cuestión de tiempo y de un infarto de Jaime Peñafiel que Felipe y Letizia, en su política de acercamiento al pueblo, acaben recibiéndolos en Zarzuela. O que el premio sea convertirse en novio/a de los pequeños de la Casa Real sueca, a los que les va mucho el mundo choni. Al final esto es Princesa por sorpresa 3.

Pero la verdadera gracia podría estar en hacerles un seguimiento cuando acabe el programa y vuelvan a sus lugares de origen: después de pasarse media vida intentando ser los más chulos del barrio les lloverán collejas a cascoporro cuando se desmarquen con un "Jessi, mona, ¿me pasas el calimocho, por favor? Graciassss", o con un "Ay, querida, me encanta como te sienta ese petit robe noire de Tony Modas". Ahí sí que hay espectáculo.

Echo de menos entre el profesorado a auténticos expertos en la materia: Nacho Montes les enseña dicción, cuando ahí debería estar Tamara Falcó. Un "¿sabesss?" bien dicho o colocar un "estupendo, todo fenomenal" cuando te están preguntando si es cierto que has empotrado el mini contra un VIPS requiere años de experiencia. Y una master class de Nati Abascal enseñando cómo hablar sin mover la boca después de hacerte un lifting para que no te tiren los puntos sería la guinda.

Y de la suerte que tenemos los cartageneros, qué me dicen. Cada poco tiempo aparece un excelso representante de nuestra tierra y nos da prestigio donde quiera que va: Federico Trillo, Chiqui GH y, ahora, Pepe (reapellidado como Complementos por Nacho Montes). Creo que es la primera vez que hubiéramos preferido que junto a su nombre apareciera Murcia en lugar de Cartagena. Eso sí, nuestro Pepe le dio la primera en la frente al profesor Montes, porque si la elegancia consiste en ir adecuadamente vestido en función de la ocasión, Nacho Montes se columpió. Apareció en la playa del ZM creyéndose que estaba en Venecia contemplando a Tadzio, ataviado con una chaqueta azul marino a rayas y pantalones rojos, mientras que Pepe Complementos, mostrando su pecho depilado y sus gafas de sol tamaño Isabel Pantoja se baja del avión y no ha dormido nada durante el vuelo, iba perfecto. Una lección más de saber estar y de WordPerfect desde el cantón.

De remate, en "Resistiré, ¿vale?" (la versión actualizada de "La Clave"), grupo de expertos debatiendo: Bea la Legionaria, Amor, Kiko Hernández, Josie (¿por qué no está Josie como profesor?; aún recuerdo sus frases maravillosas en Supermodelo -"hay que rebuscar en la charity"-), Jimmy Jiménez Arnau y Bienvenida Pérez como Special Guest Star, que se apresura a levantarse y a saludar a Lomana estrechándole la mano y no con dos besos, que ella tiene una exquisita educación británica, mientras le suelta que ya era hora de que una mujer como ella hiciera algo por la juventud de este país.

En fin, que nos vamos a pasar todo el verano con esta panda. Ahora sólo tenemos que esperar a que vayan saliendo y nos cuenten en el Interviú todo lo que han aprendido mientras se tapan el mismísimo con la Perla Peregrina. Todo finísimo, oiga.

lunes, 12 de julio de 2010

El espítiru del contable

No sé qué cara se pone después de ganar un Mundial. Ustedes, como yo, están acostumbrados al pesimismo endémico de los españoles, al post-partido quejoso, a acordarnos de la familia del árbitro, a decir que los jugadores son un hatajo de niños malcriados que no hacen su trabajo y a discutir las alineaciones mientras se toman un cortado. Pero ayer todo el mundo tenía una sonrisa bobalicona en la cara. Es una sensación extraña. Y más extraño es aún que esto lo haya conseguido un señor con bigote, porque la historia de este país está llena de señores con bigote cabreados que lo único han conseguido eran cabrearnos aún más. Hasta que ha llegado Vicente Del Bosque: amable, tranquilo, elegante, discreto, contenido. Don Vicente es un tipo normal al que echaron del Madrid "porque no le quedaban los trajes de Emidio Tucci como a Carlos Queiroz" (José Ramón de la Morena dijo; teniendo en cuenta que, para Joserra, un Emidio Tucci es el colmo de la elegancia masculina). Pues bendita sea su normalidad, porque ha conseguido contagiarla a los 22 tipos que están junto a él.

De hecho, el tío que marca el gol de la victoria parece un contable. Lo que habrán tenido que sufrir los publicistas para sacarles punta a este equipo: las bandas sonoras épicas, los anuncios rodados en croma para ponerlos después sobre un fondo apocalíptico con unos muchachos que parecen los hijos de la vecina del 4º derecha, casados con sus novias de toda la vida, sin ese aire de poligoneros de lujo. Son los críos del barrio que han crecido. Son los súper héroes de verdad; al igual que Clark Kent esconde su verdadera identidad detrás de las gafas de pasta, estos tipos, que pasarían desapercibidos en una oficina, se ponen la camiseta y arman la marimorena. Por eso, porque bajo la apariencia del contable esconden el talento. Y porque, como los contables, van todos los días a trabajar y a cumplir con su tarea lo mejor que saben. Como todos nosotros. Sin necesidad de firmar contratos donde se les prohíba salir por la noche, ni cancerberos que los enjaulen en sus mansiones. Tienen la responsabilidad suficiente para saber qué tienen que hacer en cada momento. Y van y lo hacen. Y ganan. La leche.

Y esa aparente normalidad (porque ya me dirán qué tiene de normal la vida que llevan y el pastizal que ganan) es la que los hace cercanos. Por eso nos caen bien, porque no son ni unos chulánganos (Jorge Lorenzo es un piloto magnífico, sí, pero ¿a que les cae mejor Pedrosa?) ni unos quejicas. Y si lo son, que alguno habrá, no se les nota.

Hasta el beso les ha salido de película. ¿Que no? Los dos guapos, monísimos. Él se emociona, se agobia, no sabe cómo seguir hablando y acaba el discurso plantándole un beso a ella. Ella se queda traspuesta. Lo único que disturba el momento es que, en lugar de oirse violines, se escucha a los tíos de Radio Marca gritando "¡¡¡VAYA BESO LE HA PLANTAO!!!". Se preguntaban J.J. y los suyos si los jugadores acabarían bañando a Sara Carbonero en champán. Camacho respondía "No creo; le tienen mucho respeto al capitán". Al ciezano le faltó acabar la frase escupiendo un hueso de oliva, porque seguro que esa noche hubiera batido el récord internacional de lanzamiento.

Todo esto me lleva a pensar que voy a tener que darle la razón a mi churri cuando afirma que lo único que quiere es que nuestro hijo sea un tipo normal, mientras que yo suspiro porque gane un Oscar y me lo dedique (no tengo prisa, Clint Eastwood lo ganó con 74 años y todavía le dió tiempo a dedicárselo a su madre), o acompañarlo a recoger el Príncipe de Asturias de las Letras mientras que en las revistas discuten quién iba más elegante ese día, si doña Letizia o servidora. Mi marido lo único que quiere que el crío herede de mi sean las pestañas y punto. Y ahora va la Selección Española y apoya el argumento. El caso es llevarme la contraria.