Cómo lamento empezar un post pidiendo disculpas, pero mi vida es un constante entrar y salir de clínicas que me impide llevar los asuntos bloggeros al día. Esta vez no ha sido la Betty Ford, no, esta vez me ha tocado pasar por la Sánchez Junco Medical Center, ya saben, el sanatorio creado por la familia propietaria de ¡HOLA!. Los Sánchez Junco, filántropos del glamour y conocedores de los efectos secundarios que puede causar la lectura (o incluso la mera visión, no hace falta leer los artículos) de su revista han destinado gran parte de sus beneficios a paliar dichos efectos en los lectores hipersensibles. Y, por supuesto, después de ver la portada de la semana pasada, a servidora le dio un paparajote y me tuvieron que internar. Otra vez.
Tuve una visión precongresual, casi premenstrual: José María, Alejandro, Doña Ana y Anita en la portada del ¡HOLA! posando en la foto nupcial de Flavio Briatore y Elisabetta. Yo pensaba que para estar casada con Don José María (y para tenerlo como padre) hacía falta un valor pérezrevertiano, a prueba de balas. Pero no: para lo que hace falta valor de verdad es para fotografiarse al lado de una tía como Elisabetta. Que no es el colmo de la elegancia, lo sé, que es puro subproducto Telecinque, también lo sé, que si la llega a ver primero Berlusconi la nombra ministra, sí, pero sigue siendo un pedazo de tía junto a la que una mujer en su sano juicio jamás, pero jamás posaría, y menos para una revista. Pero ahí llegan las Aznar Botella, defensoras de la belleza patria y natural, y se colocan al lado de la señora de Briatore. Sin complejos, como el whisky Dyc. Luego hablan acerca de si lo de José Tomás es valor o locura. ¿Y lo de estas chicas? Da igual que vayan en tonos blancos a la ceremonia (por cierto, que tengo que repasar las reglas de protocolo con Josemi Rodríguez Sieiro, que eso de ir de blanco a una boda, no sé, no sé) o que se pongan sombrerines para taparse un poco la cara (metidos en faena deberían seguir el impagable ejemplo de la Infanta Elena, que se coloca unas pamelas XXL que sí cumplen su función). Da igual todo. Porque al lado de una starlette como Elisabetta, con un vestido de Cavalli que en otro color y con plumas en vez de cola le hubiera servido para bajar las escaleras del Folies Bergère, cualquiera desmerece. Sólo Yasmin LeBon, la modelo esposa de Simon LeBon (cantante de los Duran Duran, que actuaron en la fiesta) podría haberse colocado allí sin crear un desajuste estético tan evidente. Pero ellas, confiadas en el poder de su sonrisa (¡ay!) o simplemente en el poder (¿pero todavía creen que lo tienen?) posan desafiantes y orgullosas (doble ¡ay!).
Pero ahí no acaba la cosa: fíjense en los zapatos del novio. Son las velvet slippers, las pantunflas de terciopelo bordadas que han puesto de moda los Casiraghi y los Medina. Pues las de Flavio Briatore llevaban un magnífico detalle: en la ceremonia las iniciales eran FB, pero después las cambió por otras con las letras FE (Flavio y Elisabetta). Decididamente, así se conquista a una mujer. Este tío es un romántico. Y no me extrañaría que Don José María, otro romántico incurable que se ha convertido en una auténtica fashion victim y al que le quedan dos días para ser un nuevo icono gay, siguiera el ejemplo y apareciera con unas velvet engalanadas con las letras JA (de José y Ana, no vayan a pensar mal).
El fiestón postnupcial (hubo otro prenupcial) con cambio de modelo incluido no tuvo desperdicio. Algunos detalles para tener en cuenta si se van a casar: los novios dieron a las mesas nombres de sus películas románticas favoritas; la mesa nupcial se llamaba "Shakespeare in love" y las otras "Titanic", "Lo que el viento se llevó", "Cuando Harry encontró a Sally"... si su salón de celebraciones no es muy grande, no se preocupen, le ponen nombres de cortometrajes y asunto resuelto. Además proyectaron un video sobre su historia de amor con comentarios de sus amigos, diciendo cosas del tipo "nunca he visto una pareja tan enamorada" (¿Qué? ¿Creían que hacer un montaje con fotos de su noviazgo y ponerle la música de "El guardaespaldas" era macarra? Pues no, es lo más de lo más).
Y después de ver tamaño derroche de glamour, cuartos y champaña, se entiende perfectamente que Don José María llegara al Congreso del PP con la melena al viento y no saludara a Rajoy, ese gesto que tanto ha dado que hablar y que escribir. Pero es que no lo vio. Simplemente no lo vio. Don José María, envuelto aún por las brumas del vino de la Toscana, se duchó, sacó de la maleta la única camisa limpia que le quedaba y se plantó en el Congreso con un Alka Seltzer en el cuerpo y dos cortados. Y a pesar de llegar hora y media tarde no le dio tiempo a pasarse la plancha por los mechones traseros de su cabello, que se rebelaron a la colonia Evento como un claro reflejo de su actitud juvenil. Y con el estómago revuelto y con la música de Duran Duran resonando en la cabeza no se puede hacer un discurso conciliador ni aún queriendo (que no quería), que cuando uno está de bajón no conoce ni a su padre. Al día siguiente, más repuesto y entonado gracias al caldito de pollo que le había preparado Doña Ana, volvió y saludó con una amplia sonrisa a Mariano. Los poderes curativos del sopicaldo.
Después de tantos aconteceres comprenderán ahora la necesidad de mi ingreso en la Sánchez Junco. Salí ayer, pero de todas formas he hecho una prereserva para la semana que viene: hoy se casa Belén Esteban y próximamente lo hará Paco Marsó con una brasileña. No me digan ustedes que no es para sucumbir. Al final le acaban dando mi nombre a una planta de la clínica. Al tiempo.
Tuve una visión precongresual, casi premenstrual: José María, Alejandro, Doña Ana y Anita en la portada del ¡HOLA! posando en la foto nupcial de Flavio Briatore y Elisabetta. Yo pensaba que para estar casada con Don José María (y para tenerlo como padre) hacía falta un valor pérezrevertiano, a prueba de balas. Pero no: para lo que hace falta valor de verdad es para fotografiarse al lado de una tía como Elisabetta. Que no es el colmo de la elegancia, lo sé, que es puro subproducto Telecinque, también lo sé, que si la llega a ver primero Berlusconi la nombra ministra, sí, pero sigue siendo un pedazo de tía junto a la que una mujer en su sano juicio jamás, pero jamás posaría, y menos para una revista. Pero ahí llegan las Aznar Botella, defensoras de la belleza patria y natural, y se colocan al lado de la señora de Briatore. Sin complejos, como el whisky Dyc. Luego hablan acerca de si lo de José Tomás es valor o locura. ¿Y lo de estas chicas? Da igual que vayan en tonos blancos a la ceremonia (por cierto, que tengo que repasar las reglas de protocolo con Josemi Rodríguez Sieiro, que eso de ir de blanco a una boda, no sé, no sé) o que se pongan sombrerines para taparse un poco la cara (metidos en faena deberían seguir el impagable ejemplo de la Infanta Elena, que se coloca unas pamelas XXL que sí cumplen su función). Da igual todo. Porque al lado de una starlette como Elisabetta, con un vestido de Cavalli que en otro color y con plumas en vez de cola le hubiera servido para bajar las escaleras del Folies Bergère, cualquiera desmerece. Sólo Yasmin LeBon, la modelo esposa de Simon LeBon (cantante de los Duran Duran, que actuaron en la fiesta) podría haberse colocado allí sin crear un desajuste estético tan evidente. Pero ellas, confiadas en el poder de su sonrisa (¡ay!) o simplemente en el poder (¿pero todavía creen que lo tienen?) posan desafiantes y orgullosas (doble ¡ay!).
Pero ahí no acaba la cosa: fíjense en los zapatos del novio. Son las velvet slippers, las pantunflas de terciopelo bordadas que han puesto de moda los Casiraghi y los Medina. Pues las de Flavio Briatore llevaban un magnífico detalle: en la ceremonia las iniciales eran FB, pero después las cambió por otras con las letras FE (Flavio y Elisabetta). Decididamente, así se conquista a una mujer. Este tío es un romántico. Y no me extrañaría que Don José María, otro romántico incurable que se ha convertido en una auténtica fashion victim y al que le quedan dos días para ser un nuevo icono gay, siguiera el ejemplo y apareciera con unas velvet engalanadas con las letras JA (de José y Ana, no vayan a pensar mal).
El fiestón postnupcial (hubo otro prenupcial) con cambio de modelo incluido no tuvo desperdicio. Algunos detalles para tener en cuenta si se van a casar: los novios dieron a las mesas nombres de sus películas románticas favoritas; la mesa nupcial se llamaba "Shakespeare in love" y las otras "Titanic", "Lo que el viento se llevó", "Cuando Harry encontró a Sally"... si su salón de celebraciones no es muy grande, no se preocupen, le ponen nombres de cortometrajes y asunto resuelto. Además proyectaron un video sobre su historia de amor con comentarios de sus amigos, diciendo cosas del tipo "nunca he visto una pareja tan enamorada" (¿Qué? ¿Creían que hacer un montaje con fotos de su noviazgo y ponerle la música de "El guardaespaldas" era macarra? Pues no, es lo más de lo más).
Y después de ver tamaño derroche de glamour, cuartos y champaña, se entiende perfectamente que Don José María llegara al Congreso del PP con la melena al viento y no saludara a Rajoy, ese gesto que tanto ha dado que hablar y que escribir. Pero es que no lo vio. Simplemente no lo vio. Don José María, envuelto aún por las brumas del vino de la Toscana, se duchó, sacó de la maleta la única camisa limpia que le quedaba y se plantó en el Congreso con un Alka Seltzer en el cuerpo y dos cortados. Y a pesar de llegar hora y media tarde no le dio tiempo a pasarse la plancha por los mechones traseros de su cabello, que se rebelaron a la colonia Evento como un claro reflejo de su actitud juvenil. Y con el estómago revuelto y con la música de Duran Duran resonando en la cabeza no se puede hacer un discurso conciliador ni aún queriendo (que no quería), que cuando uno está de bajón no conoce ni a su padre. Al día siguiente, más repuesto y entonado gracias al caldito de pollo que le había preparado Doña Ana, volvió y saludó con una amplia sonrisa a Mariano. Los poderes curativos del sopicaldo.
Después de tantos aconteceres comprenderán ahora la necesidad de mi ingreso en la Sánchez Junco. Salí ayer, pero de todas formas he hecho una prereserva para la semana que viene: hoy se casa Belén Esteban y próximamente lo hará Paco Marsó con una brasileña. No me digan ustedes que no es para sucumbir. Al final le acaban dando mi nombre a una planta de la clínica. Al tiempo.