jueves, 25 de octubre de 2007

Libriquios

Últimamente el único programa que veo sobre el libros es el Tomate. A saber: J.J. Vázquez cuela entre las tetas de Blanca Cuesta y el culo de Darek alguna que otra reseña literaria, tipo "me he leido el último de Isabel Allende", y es que supongo que un licenciado en Filología Hispánica tiene que demostrar de vez en cuando que lee algo más que las cartas de Encarna Sánchez y la biografía de Norma Duval. Lo entiendo perfectamente, probablemente yo esté escribiendo este post por lo mismo. Pero sí, así están las cosas, el Tomate es el único programa cultural de televisión tras el cierre de "Estravagario" de Javier Rioyo (claro, con esos horarios sólo lo veía mi amiga Tiqui Lo., famosa insomne donde las haya) por lo menos hasta que se estrenen dos nuevos espacios sobre libros previstos para este otoño: "Marcapáginas" y "Páginas 2", dos programas que pretenden ser, según sus responsables, "amenos y divertidos". Madre mía! Cada vez que se asocian esos términos con la cultura salen unos cagarros que pa qué. Estoy empezando a echar de menos a Rosa León cantando aquello de "todo, todo, todo está en los libros...", aunque lo dirigiera Fernando Sánchez Dragó.
Mientras tanto, si huimos de la sección de los más vendidos de El Corte Inglés (¿pero qué nos pasa a todos con los cátaros y los templarios?) y de los recomendado de Círculo de Lectores no es que nos queden muchas referencias a la hora de encontrar un libriquio en condiciones. Por eso me permito hablar aquí de una cosa deliciosa que me estoy leyendo, "El curioso incidente del perro a medianoche", de Mark Haddon (sí, publicitado en los dominicales, que ya lo sé, que no voy de exquisita) y de la serie de libros de Henning Mankell protagonizados por el inspector Wallander, un policía más sueco que el sillón Poäng. Hasta mi suegra se ha enganchado, no les digo más.
Pero les aseguro que no pretendo darles una lista de libros que hay que leer obligatoriamente, ni de mis libros favoritos, eso ya lo hace de vez en cuando Pérez Reverte maravillosamente en sus artículos de "El Semanal", especialmente porque recomienda todos los joyones clásicos de aventuras. Yo sólo quería hablar un ratico sobre libros y de lo feliz que me hacen. Como el "Arthur&George", de Julian Barnes (aprendí una palabra nueva: "mefítico"; si no la conocen búsquenla en el diccionario, que no pasa ná - http://buscon.rae.es/draeI/ - y úsenla con la misma frecuencia con la que Antonio Alcántara usa "periclitado"), o el "Desgracia" de J.M. Coetzee, que me dejó traspuesta, tanto o más que "El corazón de las tinieblas" de Conrad. O cualquiera de Paul Auster o de Le Carré, con el que se aprende más de política internacional que leyendo cualquier ensayo tocho. O "Los Mandarines" de Simone de Beauvoir, por el que me hice existencialista y me pinté los labios de rojo. Incluso me gustan los libros que no me gustan, porque sé que me están esperando quietecicos y cerrados hasta que esté preparada para leerlos, véase el "Ulises" de Joyce (¡¡no puedorl, no puedorl!!) y todo el Siglo de Oro que nuestro fantástico sistema educativo se ha encargado de que aborrezcamos debidamente.
Por eso me paso la vida intentando que mi hijo llegue a disfrutar de los libros tanto como yo. A él sólo le interesan los coches y los super poderes, así que lo machaco diciéndole que el poder más grande de todos es el poder mental, en plan campaña Play Station, y que para tenerlo hay que leer libros, que son muy importantes. Y él me contesta: "Tí mamá, los libros son muy importantes. Y los toches". Y claro, voy y le compro el Auto Bild, que por algo se empieza.

lunes, 22 de octubre de 2007

Conoces menos canciones de Nacha Pop de lo que tú crees

O algo de eso hay, porque en el pasado cocierto de Nacha Pop+Los Secretos la gente no se movía ni de coña, excepto con dos o tres temas tipo "Nadie puede parar" y (hombre, claro) "Chica de Ayer". Probablemente salir un viernes por la tarde corriendo de trabajar, dejar a los críos con la madre, pegarse una ducha y engullir la cena sea incompatible con mover un poco la pata al ritmo de la música (y eso que en los 8O uno no se movía de la losa, vamos, que tampoco la cosa tiene una coreografía como de Bob Nichols). Es lo que trae consigo la cuarentena: tantos días esperando que llegue el concierto para hacerse un remember y luego estamos para hacernos el hara-kiri. Eso sí, mucha conversación, muchas copas y mucho darle al ojo, porque Antonio y Nacho Vega estarán ya un poco para tener de groupie a Massiel, pero lo que es el cuerpo técnico... madre mía, qué cuerpo! Jovenciquios, con los vaqueros caídos y los pelos de recién levantado... tela marinera. Pero que conste que yo los miro con ojos de madre, eh, no con mirada libidinosa, que no soy la Duquesa de Feria.
En cualquier caso, el problema no fué ni de los Nacha ni de Los Secretos, sino del cansancio de la gente. En cambio recuerdo el de Bob Dylan en Cartagena y me dan ganas de llorar: póngale ustedes a Dylan todos los adjetivos superlativos que quieran y que encuentren, pero excepto para los super mega dylanianos, exégetas de los ligeros matices de la cara de mala follá imperturbable del muchacho, para el resto de los mortales fué un coñazo tremebundo. Y eso que en aquel momento no había ni niños ni mogollones ni nos contemplaban casi 4 décadas, sólo ganas de verlo y de disfrutar con una de las leyendas vivas de la música, pero nada. Estoy por comprarme la edición bilingüe de las letras que acaba de salir a ver si así me reconcilio con el chiquillo, porque cosas como "no necesitas un hombre del tiempo / para saber de dónde sopla el viento" prometen. Pues eso. Y ahora, a recibir todos los comentarios de los fans de Dylan. Que sea lo que Dios quiera.
Por eso estoy pensando que el próximo concierto al que voy a ir va a ser el de I.P. Con las broncas que se arman entre partidarios y detractores (guapa vs choriza), la incertidumbre de saber en qué canción llorará contenidamente mirando al cielo, la posibilidad de convertirse en un experto descodificador del MI6 para interpretar sus crípticos mensajes (¿esto irá por Julián o por Paquirri? ¿esto será una declaración para el juez Torres o una amenza para la novia de Kiko?) y las ganas de ver a María Navarro moviendo su cuerpo monolítico al ¿compás? de una de las canciones seguro que consiguen que me olvide del curro, del crío y de toíco todo. Además, van los del Tomate. Ya les digo, mejor que Morrissey en el FIB.

jueves, 11 de octubre de 2007

Absolut constipating

Estoy hasta la senserreta del juicio de Lady Di! Yo creía que estaba muerta y bien muerta, pero no, hay una confabulación informativa empeñada en mantenernos al día de todo lo que está pasando con el tema: que si Dodi le regaló un anillo de compromiso (conociendo los gustos del padre... ¡GLUPS!), que si tomaba la píldora (como para no tomarla), que sí ella y Dodi se iban a casar... vamos, pa morirse. Y todo porque aún no comprenden que Carlos la dejara por Camila, que sí, será más vieja y más fea, pero por lo menos le da marcha y tiene un mínimo de cultura (Bárbara de "Yo soy Bea" es más lista que Lady Di de aquí a Lima). Y además mira de frente, que ya me decía mi madre que los que miran traviscornao no son de fiar, y Lady Di se pasaba la vida mirando con la cabeza agachada y de medio lado mientras toda la prensa interpretaba ese gesto de traviscorne como producto de su "gran timidez", todo ello sin hablar de su devoción por la manga farol, el azul pavo, el Super Pop, los pendientes de zafiro, la raya de ojos azul, los chulazos de medio pelo, Versace y las videntes. Lo que se dice un auténtico derroche de glamour y buen gusto. Antes tenía que haber actuado el MI5.
Pero lo mejor de todo es que ella, por morirse pronto y dejar solicos a los críos, tiene la culpa de que el Príncipe Harry haya salido fiestero: han publicado unas fotos del chiquillo esnifando vodka (madre mía, toda la vida bebiendo Absolut y yo sin saber que lo podía utilizar para desatrancarme las narices en vez del Rhinomer) y chupándole el pezón a un amiguete, que supongo que no sería vasco, porque sino le hubiera dicho aquello de "Con las muelas, pues!". Y yo, en cambio, mantengo la tesis contraria: si su madre siguiera viva, Harry habría pasado ya del vodka a las chutas. Pues eso.
Y como la única forma de no repetir los errores de la Historia es conocerla, desde aquí emplazo a Tita para que reflexione sobre estos sucedidos y acepte la boda de Borja y Blanca. Tita pide para su hijo una novia "joven y que sea buena niña", lo mismo que Isabel y Felipe querían para su Carlicos. Y fíjese lo que pasó, Tita: la monarquía inglesa casi se va a tomar por saco antes de que los cuervos dejaran de revolotear la Torre de Londres. Así que asúmalo, dejen que sigan con su rollo motero, sus tatus y sus despelotes, porque a lo peor puede encontrar una buena niña estilo Diana que la deje a usted en bragas (de La Perla, eso sí, pero en bragas al fin y al cabo). Por cierto, parece que me estoy constipando. Voy a ver si me queda un culín de Absolut.